Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
7
Terror Ésta es una de las primeras versiones sobre el mítico vampiro. Fue realizada por la Universal, productora especializada en el cine de terror. El conde Drácula abandona los Cárpatos y se traslada a Occidente, llevándose como sirviente a un contable. Una vez instalado, se enamora de una joven que ya está prometida. Empieza a a visitarla por las noches y va bebiendo su sangre poco a poco para convertirla así en su esposa. Pero el malestar ... [+]
9 de marzo de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Aguarda en los confines de su castillo, la niebla espesa y el manto de la noche revelan su auténtica apariencia, y nada puede escapar de ella. Las aterradoras leyendas le preceden.
Todos temen que aparezca en la noche de Walpurgis, y hacen bien. El conde puede salir de su tumba y absorbernos el alma para siempre...

Y al salir de dicha tumba uno no puede sino detener su mirada sobre ese brillo tan especial que emerge de sus ojos. Para un servidor esos, y no otros, son los ojos del cine de terror, lo que mejor le representan, unos ojos bajo los cuales se agazapa una amenaza de tierras desconocidas, remotas; los de Béla Lugosi, el Dracula del 7.º Arte para la posteridad, por mucho que otros llegasen más tarde y lograran enormes encarnaciones del ya legendario personaje de Stoker. Podría ser mejor el de Christopher Lee, pero no tenía su misma aura, ese misterio indescifrable, y a la vez la misma elegancia...
Defender esta película centrándose en otros términos consiste en la subjetividad del cinéfilo. Una película que fue la obsesión del productor Carl Laemmle y cuyos derechos de la novela original adquirió legalmente para su explotación (no como el sr. Murnau); con la muerte de Lon Chaney fue Lugosi quien se hizo con el papel ya que lo interpretaba en la popular obra de teatro de Broadway, además de aceptar un sueldo más bajo para hacerlo en pantalla, donde todo cambia con respecto a la lógica del texto. ¿Qué hace el mequetrefe de Renfield en Transilvania y dónde está John Harker? Es, en realidad, una invención, como todo lo que veremos, y lo más alejada posible de la novela.

Porque parece que ni uno de los personajes del film posee una descripción fiel a sus homólogos literarios. De eso el espectador se olvida durante los primeros minutos; el veterano del mudo Tod Browning, que no exhibía mucho entusiasmo cuando le contrataron para la tarea, y su director de fotografía Karl Freund, envuelven de un halo poético y escalofriante las atmósferas en las que nos vemos atrapados. El expresionismo y la mística del horror gótico se unen entre capas de neblina, suntuosos decorados, una sensación de inquietud realzada por el brillo de los ojos perpetuamente abiertos de Lugosi y la belleza del diseño artístico de Charles Hall.
Ojalá la trama hubiera permanecido más tiempo dentro del castillo...porque cuando sale de él todo se dirige a terrenos algo mediocres, de nuevo por la lectura tan libre de los hechos; y es que lo que vemos es, atención: el segundo borrador del guión adaptado de la segunda revisión de la adaptación teatral de lo escrito por Stoker. ¿Qué va a quedar entonces? Pues casi nada, por desgracia. Con el viaje del conde a Inglaterra vemos a unos Harker reducidos a la nada, sobre todo a Mina, tan inteligente y resolutiva en su origen, aquí es la damisela en apuros que hay que salvar, mientras personajes como Holmwood y Morris dejan de existir.

Sí destaca Edward Van Sloan en su encarnación del valiente y perspicaz Van Helsing, igual que Dwight Frye en la del demente Renfield, que aporta algo de vívida expresión a un plantel aplastado por la caracterización aburrida; tal vez por culpa de la dirección despreocupada de Browing, David Manners, Herbert Bunston, Frances Dade y en especial Helen Chandler, resulten demasiado acartonados. Es la dirección visual y artística de Freund y Hall lo que equilibra un poco las cosas; y no se halla precisamente en esos efectos especiales inevitablemente ridículos vistos hoy día...
Sino en momentos como ese en que el conde se persona en la habitación de Lucy y acerca sus dientes a su cuello, cuando Renfield aparece en la bodega del barco con sus expresiones desencajadas, en ese pequeño espejo de la caja de cigarros que revela una terrible verdad, en el rostro hechizado de Mina en el balcón. Esa atmósfera que rompe con las líneas de la realidad arrastrándola a la teatralidad melodramática más excesiva (al tratarse de la adaptación de una obra), a la extraña sensibilidad del expresionismo y a la dinámica del cine mudo (de ahí esa abundancia de planos silenciosos y largos y el afán por centrar la atención en los ojos y los rostros).

El compendio de todo esto es, como mejor ejemplo, el Dracula de Lugosi. El personaje demacrado, viejo y monstruoso, que Murnau mostró en "Nosferatu", ya no existe; al conde le sigue envolviendo un aura amenazante, mitológica, y a su vez sabe adoptar una apariencia civilizada y humana, se convierte en una encarnación sofisticada e incluso casi afable de un Mal aristocrático y arraigado a la superstición extranjera que representa. Van Helsing es un científico del siglo XX, la encarnación de una sociedad moderna que debe aceptar dicha superstición para poder luchar mejor contra ella.
Una lástima que Mina y John no sirvan para absolutamente nada y que todo el 3.er acto carezca de verdadero ritmo, ahogándose en un clímax poco emocionante para lo que debería haber ofrecido en esos decorados tan increíbles. Browning, aunque ya no se sabe si era él quien estaba tras la cámara, filma atropelladamente, las cosas pasan sin el ingenio de la novela y casi sin que sepamos cómo pasan. Lo cierto es que, desde que la trama salió del castillo (se supone que Harker se quedaba largo tiempo en él, pero aquí Renfield y Dracula parten en un santiamén) el espíritu y parte del encanto se perdieron por el camino.

Mientras Lugosi se mete a conciencia en su papel, sin prácticamente mediar palabra con nadie, en Chandler se resienten sus problemas con el alcohol, y ni Van Sloan, ni Manners (quien era el sustituto de un sustituto) ni el propio director sentían verdadero cariño por la producción, que termina siendo el éxito de Universal, tanto que impulsa el terror en Hollywood como género por derecho propio.
El actor húngaro, por su parte, se niega a volver a interpretar al personaje por miedo a encasillarse...sin saber, pobre de él, que le iría persiguiendo hasta el final de sus días.
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow