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Voto de Chris Jiménez:
8
Comedia. Drama Al finalizar su jornada laboral Paul Hackett (Griffin Dunne), un solitario programador de una compañía de informática, se ve envuelto en una serie de extrañas circunstancias que le llevan a uno de los peores barrios de Nueva York. Allí vivirá una interminable y alocada noche intentado regresar a su casa en el Upper East Side. (FILMAFFINITY)
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos podemos ver reflejados en él, ese señorito de oficina echando un rápido vistazo al microcosmos asfixiante que le envuelve, volviéndose loco por salir de él, de sus cuatro paredes convertidas en prisión...

Le acompañamos entonces a una noche por el enigmático Soho neoyorkino, y como suele suceder en el género de peripecias urbanas nocturnas (bien queda demostrado con la que nos ocupa, además de "Turno de Noche", "Cuando cae la Noche" (estrenada el mismo año) o la posterior "Cita a Ciegas"), la aventura se inicia por mediación de una mujer. Las tribulaciones de Paul, empleado "yuppie" que experimenta cómo salir una noche de bares puede complicarse hasta extremos demenciales, son una metáfora de la historia irrisoria y cruel de los últimos años que vivía Martin Scorsese.
Éste, atrapado entre el sonoro fracaso de su (no así excelente) "El Rey de la Comedia" y la frustración por no poder llevar a buen puerto la mesiánica adaptación de "The Last Temptation of Christ", se sale por la tangente y le llega de rebote, gracias al cómico Griffin Dunne, un pequeño proyecto que iba a hacer Tim Burton, firmado por un joven Joseph Minion e inspirándose en un monólogo del autor y locutor Joe Frank. Scorsese retoca mucho el guión sin ser capaz de imaginar un final adecuado (harán falta las ideas de varios directores para ello) y retorna a su querida New York, viajando así a las raíces de su propio cine. Una de las más importantes bazas de este tipo de historias es conectar al espectador con su protagonista.

Y esto se logra desde el mismo instante en que uno asiste a la maniobra de seducción, un tanto patética, entre Paul y la guapa y alegre Marcy, y su posterior impulso de desear ir a buscarla a altas horas de la noche. A partir de ese momento es como si éste traspasara a un plano de realidad distinto, donde nada es lo que parece, todo ilusión y mentira, símbolo y apariencia; la primera media hora se sostiene únicamente gracias a las dos poderosas presencias femeninas que encarnan Linda Fiorentino y Rosanna Arquette, mientras una estatua de yeso en mitad del apartamento presagia un importante acorralamiento masculino y un porro de marihuana falso sirve de resorte para los extraños sucesos que van a sucederse, como si todo formase parte de una psicotrópica alucinación inducida.
El director, en lugar de dejarse llevar por el lamento, infunde a su relato una energía inesperada y juvenil, desplazando su cámara con gran vitalidad por el escenario, impregnándonos de ese ambiente tan húmedo, sucio y sórdido gracias a precisos travellings y la encadenación de planos cortos que va aumentando la tensión; homenajea "El Proceso" "kafkiano" de Welles, además de a Friedkin y Hitchcock, nos vapulea con situaciones grotescas cuya tensión intenta relajar empleando grandes dosis de ácido humor negro, proyecta toda la inventiva visual que le inspira el guión y el genial trabajo de su operador Michael Ballhaus y se deja llevar por un absurdo cuajado de humor negro; la impagable participación de Cheech Marin y Tommy Chong refuerza el tono psicodélico predominante.

En su homérica hazaña, el pobre Paul se ve inmerso en la pesadilla de un trabajador de clase media-baja cuando se enfrenta a ese mundo que hay fuera lejos de la seguridad de la oficina, y a toda la fauna desconocida que pulula y se revuelve en él; alimentada por una serie de encuentros con personajes a cada cual más extravagante y unos diálogos que dejan patidifuso por su incongruencia natural, este delirio toma forma en una sociedad donde la violencia, el crimen y la deshinibición sexual (algo tabú en la de Paul) es parte de la cotidianidad de sus terribles ciudadanos, quienes se erigen defensores extremos de su propia justicia. Y él está ahí, enfrentándose a ladrones, "punkies" chiflados, camareras vengativas, chicas suicidas, y con todas las vías de escape cortadas, con la muerte en los talones (hasta se lo presagia el periódico).
Dice el guardia de seguridad del metro "Hoy debe haber luna llena", y tiene razón. Lo interesante de esta aventura es que todos y cada uno de los giros de guión y de los males que sufre el protagonista (y que sufrimos encarecidamente junto a él) son a causa de las mujeres que se cruza; así, un poder femenino omnipresente y omnipotente, que domina y aplasta su débil condición masculina (en su caso desde siempre, desde que aquella enfermera le vendó los ojos...), quedando reducido, como el ratón bajo la trampa, a una ruina humana cuyo único medio para salvarse es aceptar el silencio y dejarse transformar en estatua inmóvil y obediente, hasta derivar en una resolución que podrían haber concebido Terry Gilliam, Blake Edwards o los Coen más desenfadados.

Dunne, si bien un actor limitado, expresa a la perfección el desbordamiento psicológico y emocional de su personaje, arrastrado por la desgracia sin realmente darse cuenta de cómo está pasando; esta sensación de urgencia e inmediatez arrolladora, de apuro descarnado, remite ante todo a la condición de proyecto independiente que maneja Scorsese, de presupuesto más bien bajo (unos 4 millones) comparando lo hecho anteriormente y un límite de rodaje de poco más de un mes, aquejado de problemas y momentos de total improvisación, algo que el actor dominaba de maravilla.
Destacan el siempre maravilloso Dick Miller, John Heard y esas Verna Bloom, Teri Garr y Catherine O'Hara que junto a Arquette y Fiorentino forman un batallón femenino más alocado y peligroso que el de los films de Russ Meyer. Y Paul, tras regresar a su confortante mundo de ordenadores, escritorios y camisas planchadas, ignora que los compañeros de las mesas de al lado puedan haber vivido una aventura similar... pues todo queda en eso, en otra anécdota más, tan brutalmente sincera que pareciese una auténtica experiencia de Minion, ya que la realidad siempre, con mucho, ha superado a la ficción.

¿Quién no ha vivido una de esas peripecias increíbles que merezcan recordarse para siempre y contar de vez en cuando?
Chris Jiménez
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