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Voto de Chris Jiménez:
2
Ciencia ficción. Acción En un futuro post-apocalíptico, un guerrero experto en artes marciales que vaga por el desierto ayudará a unos pacíficos colonos amenazados por una banda de asesinos que desean el control del agua. Vehículo para lucimiento de Swayze que obtuvo malas críticas en Estados Unidos. (FILMAFFINITY)
25 de mayo de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquí viene una de esas historias harto conocidas que únicamente depende de su inteligencia para desarrollar los hechos, y no de su originalidad, para captar nuestro interés: el forastero que llega a un pueblo, se inmiscuye en las vidas y en los problemas de sus gentes, los arregla y se va.
Éste no es uno de esos casos...

Esto es carne de videoclub de barrio y, como es lógico, carne de su época. Estamos a mediados de los años '80, donde el subgénero de la ciencia-ficción post-apocalíptica es uno de los más prolíficos de la serie "B" y "Z"; en ese momento el sr. Patrick Swayze, de 35 años, es conocido en medio Mundo gracias al tremendo éxito de "Dirty Dancing", a la que en un principio no se le concedieron grandes expectativas. Quizás intentara escapar de un posible encasillamiento u olvidar el tenso rodaje que le dio la insoportable Jennifer Grey, pero el caso es que decide irse a Namibia, ponerse al mando de Lance Hool y reciclarse como héroe de acción.
Éste último ha ejercido con mayor frecuencia de productor que de director, y su hoja no es precisamente envidiable, bien nos lo demuestra "El Guerrero del Amanecer", la cual, igual que todas las de su estirpe, empieza en pleno desierto, una tierra desolada que se supone nuestro planeta tras un desastre de grandes proporciones. La primera secuencia, increíble y absurda, sirve mayormente para establecer el tono y presentarnos al héroe que encarna el texano, a quien le interrumpen su placentera meditación (cosa que hacía en la vida real) unos seres salidos del suelo.

Instantes de acción violentos y algo mediocres contra esta especie de mutantes que fácilmente nos recuerda a "Ruedas de Fuego" y "Star Wars", y una posterior caminata por un inmenso páramo (el atractivo de las localizaciones son de lo mejor), lleva al héroe anónimo a reencontrarse con su antiguo jefe y maestro durante la guerra (¿qué guerra?, cualquiera, ¿qué importa?). Y giros del guión, este hombre es asesinado por algo parecido a unos mercenarios, llevándonos a una lógica conclusión: su verdugo y el protagonista se encontrarán poco después y éste reemplazará al anterior en su misión encomendada, la de proteger a una tribu contra unos malvados del desierto.
No podría quedarnos más claro cuando el nómada llega a una de las granjas de Meridian y es recibido con los brazos abiertos por la guapa Kasha (Lisa Niemi, esposa del actor en la vida real), que además tiene un hijo. Lo primero que le viene a la mente a uno es "El Jinete Pálido", estrenada poco antes, pero no olvidemos que la de Eastwood toma a su vez el tan explotado argumento del clásico de George Stevens "Raíces Profundas", idea de carácter universal que puede interpretarse desde todos los ángulos posibles; en esta ocasión Hool y el guionista Doug Lefler han preferido hacerlo a través de la ficción futurista que puso de moda la secuela de "Mad Max" seis años antes.

Pero el presupuesto influye bastante. En lugar de ofrecernos trepidantes escenas de persecuciones por carreteras solitarias como hizo Miller (los únicos vehículos que hay son unas especies de coches-barco con alerones a modo de velas), Hool prefiere batir a sus protagonistas en duelos a espadas, acercando su peripecia a las lindes del "chambara" más clásico, y logrando una mezcla si no interesante por lo menos curiosa. Aquí las coordenadas de juego son muy fáciles de adivinar: a la legua sabemos cómo llegará el enfrentamiento entre el cruel Damnil y el forastero y la relación que éste establecerá con Kasha y su hijo Jux (aproximándose, cómo no, a la de Max y el niño).
Para enlazar más con la de Miller hay un perro de por medio, que aparece cuando le interesa. Brion James, en su modo "buen tipo", hace lo que puede con su papel, Anthony Zerbe sirve bien de malvado y el estrafalario Chris Neame da el pego como el asesino mercenario impasible; el espíritu del "chambara" es sobre todo revisitado con este personaje y el protagonista (como los ronin de "Los Siete Samuráis", ellos dos también fueron guerreros de honor en tiempos pasados, pero en algún punto uno de ellos se apartó del camino del "bushido").

Swayze, con su rostro de granito y sus buenas habilidades de bailarín y luchador, da a su héroe de pasado trágico y oscuro un cierto carisma y atractivo, aunque de todas formas el papel es limitadísimo. Y por otra parte Hool dirige a un nivel bastante mediocre la acción y se empeña en llenar la historia de diálogos absurdos, personajes aborrecibles y risibles incongruencias que ralentizan hasta la extenuación el ritmo...pero por lo menos, por lo menos, la relación paternofilial con Jux no es tan tediosa como podíamos esperar, ni el pequeño Brett Hool tan detestable como otros niños de películas similares.
Curiosa también la aparición de un jovencísimo Arnold Vosloo y lo más memorable: la banda sonora del genio australiano Brian May, responsable de ponérsela a las dos primeras entregas de "Mad Max". Al final este subproducto previsible hasta la extenuación, mitad "western", mitad fábula "ken-geki" (futuristas), lleno de fallos técnicos, violencia aceptable y no así medianamente entretenido, no fue a parar al mercado del vídeo, sino que se estrenó en cines comerciales (¡!).

Todo el mundo, por supuesto, la ignoró sin piedad, y pilló a Swayze en mitad de su conflicto existencial y sus severos problemas con el alcohol...
Chris Jiménez
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