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Voto de Chris Jiménez:
8
Ciencia ficción Treinta años atrás, el profesor Georg Manfeldt fue ridiculizado por sus colegas cuando asegura que hay más oro en cualquier montaña de la Luna que en la Tierra. Pasadas esas tres décadas, Wolf Helius retoma la idea e intenta construir un cohete para ir a la Luna. Al proyecto se van uniendo más personas. Una empresa que controla el mercado del oro se compromete a financiarlo, pero tiene unas intenciones ocultas: poder controlar la oferta ... [+]
13 de junio de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de que llegue la década de los '30, Fritz Lang, que casi destroza a su productora UFA con la monumental "Metrópolis" y está pasando por graves problemas debido a la débil acogida de sus películas, se atreve a ir a la Luna a partir de la novela que está escribiendo su esposa Thea Von Harbou con el engañoso título "Die Frau in Mond".

Al mismo tiempo que el guión que ella misma compondrá para una adaptación el director se prepara para una fastuosa producción que se alargará ocho meses de nuevo usando inmensos decorados y centenares de extras; pero la decisión más admirable que pudo tomar fue alejarse lo máximo posible de toda obra de ciencia-ficción ya realizada en el cine y apostar por la autenticidad y la verosimilitud, por ello acabó contratando al físico e ingeniero de cohetes Hermann Oberth, luego imprescindible para el desarrollo armamentístico del ejército alemán (que temerosos de que se pudiera revelar demasiada información acerca de la tecnología empleada en la película requisó o destruyó todas las copias), y el técnico Rudolf Nebel.
Esto es tanto más irónico cuanto que no es precisamente la veracidad científica ni el conocimiento lo que impulsará el viaje de la historia, que queda dividida en tres grandes actos, los dos últimos bien diferenciados del primero, en absoluto enmarcados en la ciencia-ficción, sino en el contexto del "thriller" de suspense; se introduce aun así al doctor Manfeldt, excluido de la comunidad científica al plantearse el viaje espacial, y esa ansiada verosimilitud de Lang se desborda al ser la búsqueda de recursos naturales, el oro en especial, el incentivo para ir al satélite, adquiriendo el conjunto un cariz aventuresco y fantasioso (que refuerza la inclusión de un niño, Gustav, loco por los cuentos sobre viajes espaciales).

Todo este primer arco, de casi 80 minutos, ejemplifica la concienzuda atención al detalle por el guión y la caracterización de personajes del austriaco, quien los sumerge en los zurcidos de una compleja intriga de espionaje donde los planes y teorías del profesor, entregadas a su fiel amigo Wolf, son robadas por un grupo de ruines empresarios cuyos chantajes dirige Turner, personaje inquietante y de rasgos pretendidamente "mabusianos". La enorme densidad narrativa y la duración se compensa con un encadenamiento perfecto de las secuencias y una puesta en escena absorbente con el indudable atractivo del cine expresionista.
Todo ello garantiza una asombrosa fluidez en la trama, cuya acción se ve a veces quebrada por la intromisión de elaborados "flashbacks"; por desgracia el ritmo queda lastrado por la subtrama romántica, sin duda producto de Von Harbou, entre Wolf, su colaborador y amigo Hans y la joven Friede, conformando un dudoso triángulo amoroso (y más cuando el primero desvela, por medio de reacciones exageradamente teatrales, el gran tormento de ver a su amada siendo la esposa de otro). Pero la acción del film despega al mismo tiempo que lo hace la nave; así, el segundo y el tercer acto ocupan la hora y media siguiente: uno referente a los preparativos y el viaje en sí; el otro a la llegada a La Luna y la expedición.

Si la primera parte acierta en términos narrativos, todo este tramo lo hace en términos visuales. Un deleite para los sentidos es comprobar el esfuerzo gigantesco de Lang por imaginar lo que en aquellos tiempos se pensaba que pudiera ser un viaje espacial, a veces cayendo inevitablemente en el ridículo (por lo inocente y absurdo), pero logrando una rigurosa recreación de los hechos apoyada en la riqueza de los detalles (la compleja fase de despegue (donde se da la primera cuenta atrás de la Historia), el uso de un interior creíble en la nave, con correas en el techo y el suelo para combatir la ingravidez; los tanques de oxígeno, o los trajes espaciales).
Pese a todo es de importancia saber que estamos inmersos en una hazaña épica que se presta al desbordamiento de la fantasía; buen ejemplo de ello es encontrarse con la presencia del pequeño Gustav y del doctor Manfeldt a bordo del armatoste, proyectores de la idea novelesca, sobre todo refugiándose el primero en la irrealidad de esos cuentos a los que es aficionado, y que Lang pretende contrastar con la veracidad y dureza de su viaje espacial, que incluye la nostalgia por el hogar, el desequilibrio mental y el peligro de morir en la expedición.

No lo consigue de ningún modo por la constante sensación de aventura irreal, más próxima a los delirios del "Viaje al Centro de La Tierra" de Verne; Lang tampoco puede evitar contagiarse de la vena romántica alemana y propone un clímax tan fatalista como esperanzador donde vuelve a sobresalir la maldad y la codicia y la confrontación de los dos hombres por la supervivencia y el amor de Friede; destaca así, y más aún durante esta última parte, la preciosa Gerda Maurus modelada a partir de los ideales de valentía, sacrificio y bondad que Von Harbou otorgaba, como activista política que era, a sus personajes femeninos (la nave lleva su nombre y además salva la misión; eso sí, el hombre también lo hace).
"La Mujer en La Luna", y si el espectador puede visionarla en su versión íntegra de 169 minutos, es una experiencia vital para comprender la evolución de la ciencia-ficción en el cine en términos serios, pero adolece narrativamente cuando el director desea ser fiel a los esquemas del relato de su esposa. El resultado es que la frialdad del terreno lunar contagia al film tanto como la rigidez emocional y psicológica de las situaciones y los personajes (y resulta imperdonable que el guión no desarrolle ni un poco el de Alexa Von Porembsky, maravillosa y cautivadora en su papel de sibilina aliada de los espías).

Huelga decir que en el momento de su estreno costó otro gran fracaso a Lang, para quien fue su última obra muda...
Chris Jiménez
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