Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
9
Western. Aventuras. Drama Tras la Guerra de Secesión (1861-1865) y en plena colonización del Oeste (1785-1890), el desencantado teniente John J. Dunbar se dirige a un lejano puesto fronterizo que ha sido abandonado por los soldados. Su soledad lo impulsa a entrar en contacto con los indios sioux; así es como conoce a "En pie con el puño en alto", una mujer blanca que fue adoptada por la tribu cuando era niña. Poco a poco, entre Dunbar y los sioux se establece ... [+]
13 de junio de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
1.863. Guerra de Secesión. El teniente Dunbar, herido en una pierna, ha llegado a un punto de hastío sin retorno. Su camino es el suicidio.
A lomos de su caballo se lanzará contra las líneas enemigas esperando acabar muerto a tiros instantáneamente...de esta manera, su vida cambiará para siempre.

Lo que ocurre, irónicamente, es que su gesto de desesperación es interpretado por el enemigo como un ataque en toda regla, y por sus compañeros como una exaltación heroica que consigue levantarles la moral de tal modo que se lanzan al campo de batalla arrollando a las filas adversarias. Tras esa batalla efímera y triunfal, Dunbar, que ha salido milagrosamente ileso, vuelve a tener la suerte de cara, esta vez al caer en manos de un cirujano que logra salvarle la pierna y la vida.
Sin recuperarse de su herida y su asombro, es premiado con la posibilidad de elegir un traslado, y en lugar de una posición desde la que cultivar honores militares, escoge una remota guarnición en el límite del Oeste, pues es obvio que la brutalidad, el miedo y la desolación de la guerra han hecho de ese teniente un hombre agotado que sólo será capaz de recuperarse a sí mismo en la monótona soledad de un páramo donde no existe eso que llaman civilización. Tras este prólogo que roza por momento el existencialismo más descarnado, "Bailando con Lobos" cambia por completo de registro para adentrarse en el terreno de la mítica de frontera que ha dado lugar a tantísimos "westerns".

Aunque desde los inicios del cine han sido muchos los actores que han pasado al otro lado de la cámara, no son tantos los que han sabido compatibilizar esa nueva actividad con su anterior condición de estrellas; por raro que parezca, ése fue el caso de Kevin Costner en 1.990, y es que para entonces, él era uno de los rostros más populares y de los actores más cotizados de la hornada del cine americano surgida a mediados de los '80. Sus papeles en "Campo de Sueños", "Los Intocables" o "Sin Salida" hacían concebir grandes expectativas respecto a su futuro, siendo considerado por muchos un cruce entre Errol Flynn y James Stewart.
Cuando decidió concederse lo que en apariencia era un año sabático, en realidad era la pre-producción y el rodaje de su primera incursión tras las cámaras, "Bailando con Lobos", basada en la novela homónima de Michael Blake, quien la adaptó para el film (aunque hubo diferencias entre una versión y otra); la sorpresa fue mayúscula, ya que, aparte de iniciarse como director, lo hacía recurriendo a un género como el "western", caído en desgracia ante el espectador mayoritario. Más aún, el suyo era un "western" intimista, y más cercano a la sobriedad de una línea clásica que al estilo crepuscular.

Al igual que el personaje encarnado por Costner, y después de esa gran narración que sirve de apertura para la historia, el espectador cambia el estruendo del campo de batalla por la desolada inmensidad, y en Fort Sedgewick, la nueva posición que ha elegido como destino, llena sus escasos momentos de ocio con un lobo acostumbrado a merodear por los alrededores del fuerte en busca de comida; su amistad con el animal marca el fin de su soledad y el principio de una leyenda en la que desempeñará un inesperado papel al convertirse, a ojos de los sioux y los pawnee, en un hombre extraño y un guerrero valiente, muy distinto del resto de rostros pálidos, al que bautizarán "el que baila con los lobos".
Ajeno a esa mitificación de la violencia del cine del Oeste y a la creación de personajes anclados en el tópico, Kevin Costner construyó una obra magna en la que no faltaban referencias al arrollador sinsentido de la civilización del hombre blanco, lo que lleva aparejada una reivindicación del carácter y la identidad de los indios, que al fin y al cabo son los únicos que muestran a Dunbar una forma de ver y vivir la vida mucho más acorde con el entorno que le rodea. Aún respirándose un aliento poético impregnado de melancolía y pesimismo, es la esperanza de una unión y comprensión más allá de la diferencia de razas, lenguas y pasados a los que ha unido el desastre de la guerra lo fundamental.

A pesar de sufrir alguna que otra comparación con el clásico de Elliot Silverstein, "Un Hombre llamado "Caballo" ", el éxito, no sólo comercial (recaudó veinte veces más de su presupuesto), sino crítico y hasta sociológico (la nación sioux tiene a Costner como miembro honorario), fue tan arrollador que la noche de los Oscars de 1.990 nadie esperaba un veredicto contrario al que obtuvo el que sería el debut en la dirección más galardonado de la Historia del cine. Y siete estatuillas lo demuestran.
Lástima que ese gusto por la elaboración de personajes y esa sensibilidad, confundida con tedio por algunos, se agotaran en la primera y, hasta el momento, única contribución valiosa al Séptimo Arte de este actor reciclado en director empeñado a posteriori en proyectos de una megalomanía insultante...

...porque eso es lo que fueron, sencillamente, "Waterworld" y "Mensajero del Futuro".
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow