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Voto de Chris Jiménez:
6
Drama. Romance En alguna parte de ese inmenso océano negro que es el cosmos, hay una isla con colinas de tierra roja, a la que llega Ángel para fumigar y exterminar la plaga de cochinillas que produce en el vino un extraño sabor a "tierra". Bajo la atmósfera de unos cielos eléctricos y el contacto con unas gentes sencillas, Ángel encuentra la oportunidad de resolver su desdoblamiento de personalidad por medio de la elección entre dos mujeres. (FILMAFFINITY) [+]
13 de febrero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arraigada a la tierra desde sus pies y controlando su devenir y el de las gentes que la habitan con sus ojos escrutadores y firme sentido de la justicia.
La diosa Mari todo lo observa, implacable, pero un ángel va a descender para cambiar su mundo...

Tras "La Ardilla Roja", Julio Medem se convirtió tal vez en una de las más queridas promesas de nuestro cine a principios de la década de los '90 junto con Álex de la Iglesia y Enrique Urbizu, antes de llegar Amenábar y arrasarlo todo; sin embargo, y pese a su condecoración en Cannes, tardó mucho en volver a ofrecer algo al público. Cuando llega "Tierra", con el mismo equipo de su anterior film, éste afirma que se trata de su trabajo más complejo pues la ha concebido desde el alma, y es verdad; por medio de una narración omnisciente nos sumerge en un viaje a través de los recovecos del vacío y la mente, y ésta se da desde el interior de Ángel, el protagonista.
Siendo Elisa el ser alrededor del cual giraba el misterio en "La Ardilla..." (además de, en mi opinión, elevarse como uno de los personajes femeninos más arrebatadores y maravillosos de la Historia del cine), esta vez es ese señor (interpretado por un cargante Carmelo Gómez) el enigma que nos fuerza a tomar parte en sus pensamientos y dicotomías mientras se aventura en un lugar desconocido (con el color naranja intenso del paisaje zaragozano) para llevar a cabo su tarea de fumigación. El interior de esta tierra está removida por los bichos que la infectan, al igual que sus moradores humanos; Ángel también entrará en sus vidas y removerá sus conciencias y existencias.

Desde el momento en que vemos al moribundo pastor Ulloa (brillante y irreconocible Pepe Viyuela) debido a la caída de un rayo comprendemos el esfuerzo del cineasta por arrastrarnos a sus esferas de poder onírico y poética imaginería; el alma del pastor y no su cuerpo habla a Ángel, estableciéndose una realidad que funciona a dos niveles: el del espíritu y el del físico, y éste se precipita a un viaje para averiguar en qué punto han de escindirse ambos. Así "Tierra" se divide en historia y concepto; lo primero se desarrolla alrededor de una fábula de pasiones fatales, violencia e instintos carnales.
Si Elisa estaba atrapada entre dos hombres, Ángel lo está entre dos mujeres opuestas: Ángela (retraída y dulce, símbolo del amor profundo y el futuro familiar) y Mari (la descarada y ardiente, símbolo del sexo salvaje y el presente más inmediato). Éstas, unas Emma Suárez y Silke Hornillos que se baten en un cara a cara de altura, están dominadas por un ser demoníaco, Patricio (camaleónico Karra Elejalde, el único personaje que realmente te crees y que se siente auténtico), un monstruo de la tierra también en contraposición a la complejidad espiritual del protagonista, cuya misión será aceptar su presencia física, humana, y mimetizarse en ese lugar para mediar entre todos ellos.

Medem juega, cual Lynch, Kieslowski o Buñuel, a abrir dos mundos opuestos e invitarnos a penetrar en sus entrañas, sin embargo también hace lo posible por empujar a su Ángel a una cruda realidad terrenal (no tardamos mucho en averiguar que se trata de un esquizofrénico y otrora paciente de un manicomio), y este concepto lo esboza desde la perspectiva mitológica de la leyenda de la diosa Mari o la Dama de Amboto, tan sujeta a las tradiciones vascas antes de la llegada del cristianismo; nacen así las dualidades y ciertas metáforas y simbolismos que unen a los protagonistas en un círculo existencial místico y completo.
Tras acabar con el monstruo, en su afán por destruir la presencia de lo espiritual y darle un valor terrenal, poco a poco dará a Ángela la personalidad de la mencionada diosa de la mitología y hace de Mari el ser más físico posible, despojándola de toda condición metafísica; es su proclamación de lo contraespiritual para celebrar la simplicidad y la unión carnal con la tierra. Pero a lo largo de este periplo el director también se presta demasiado, más que en su gran obra previa, a una complejidad argumental que sólo sirve para envolver una historia zurcida con la más sencilla de las costuras, y a fuerza de escarbar un poco ya aparece...

Esta envoltura la enhebra Medem con su gusto por el peso de la atmósfera y los registros sensibles a los que accede por medio de la ruptura con la realidad (logrando plasmarlo en pantalla gracias a una factura técnica impecable, destacando la banda sonora de Alberto Iglesias, la intensidad de las formas y los colores que capta la fotografía de Javier Aguirresarobe y el cuidadísimo diseño de producción de Satur Idarreta) y por las influencias literarias que aplica a la idiosincrasia de sus personajes, y por ende a sus diálogos e interacciones, en su mayoría crípticas, recurriendo demasiado a la poética de lo abstracto y lo ininteligible cual imitador pobre de Gonzalo Suárez.
Tanto en última instancia que en esta ocasión (sobre todo por culpa de los largos, incómodos y tediosos monólogos interiores del protagonista) aquél consigue atravesar la fina línea que aún en "La Ardilla..." separaba lo intelectual de lo pretencioso, y en ciertos casos lo abrumadoramente pedantesco; desnuda de todo rastro de interpenetración psicológica y elevación espiritual, "Tierra" no iría más allá de la simplicidad brusca y visceral de "Jamón, Jamón", con la cual guarda no pocos paralelismos. Gómez y su álter-ego, responsables de esta disyuntiva, son incapaces de poner en marcha los mecanismos de enigma y misterio, de alucinada y densa complejidad, que hacían tan fascinante a la Elisa de Suárez.

Es por esto que a muchos de los que capturó aquella segunda obra cinematográfica de Medem (entre quienes me incluyo) se sintieran reticentes debido a la tercera, más ambiciosa y grandilocuente, a la par que más anodina.
Pero por supuesto encandiló a la relamida élite académica de los Goya y terminó compitiendo en Cannes nada menos que contra títulos de la talla de "Fargo", "Nubes Pasajeras", "Crash" o "Rompiendo las Olas".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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