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Voto de Chris Jiménez:
6
7,3
106.637
Fantástico. Thriller. Drama
Evan Treborn, un joven que se está esforzando por superar unos dolorosos recuerdos de su infancia, descubre una técnica que le permite viajar atrás en el tiempo y ocupar su cuerpo de niño para poder cambiar el curso de su dolorosa historia. Sin embargo también descubre que cualquier mínimo cambio en el pasado altera enormemente su futuro. (FILMAFFINITY)
5 de diciembre de 2017
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De repente la línea temporal de tu vida se quiebra. Un agujero en el presente, el efecto de haber tomado la decisión incorrecta, o tal vez es el destino que se abalanza sin piedad...y abres los ojos veinte años en el futuro, el tiempo ha pasado, vuelves, y no eres sino lo que decidiste o lo que te tocó ser.
¿Habría entonces alguna posibilidad de cambiar ese instante?
Porque la pregunta más terrorífica de cuantas puedan haber es "¿Y si...?", y el impacto emocional y psicológico en quien la desarrolla cuidadosamente llega a ser muy fuerte. Si mi vecino no hubiese decidido montar en moto aquella noche hoy no estaría paralítico; si una profesora no hubiese ayudado a pagar los estudios a mi compañera de instituto tal vez nunca hubiese ido a la universidad; y por supuesto yo no estaría escribiendo ahora en mi teclado si mi padre no hubiera estado allí para salvarme de morir devorado por aquel rottweiler a los 8 años. Decisiones y actos que lo determinan todo...
A grandes rasgos estas ideas, estructuradas en un guión tan bien planificado como confuso, es lo que allá por comienzos del nuevo siglo desearon plasmar Eric Bress y Jonathan Gruber, dos recién graduados en la universidad que se hicieron socios y amigos íntimos y tras servir como guionistas para la secuela de "Destino Final" se encuentran sobre todo buscando a alguien que quiera financiar un pequeño sueño aún no cumplido. Dos años estuvo dando vueltas su trabajo conjunto "Blackouts" hasta que el productor Jeff Spink se unió al equipo, y más tarde Ashton Kutcher en calidad de productor ejecutivo, auténtico pasaporte para el despegue.
A él le vemos en esa secuencia de apertura intensa y tramposa antes de empezar realmente con el pequeño Logan Lerman encarnando a un álter-ego de su personaje en una Vancouver a modo de pueblecito de la Costa Este situado a finales de los '80. Esta vuelta atrás en el tiempo, el escenario y el tono del guión recuerda a la demasiado similar epopeya de Donnie Darko estrenada sólo tres años antes, referencia seminal para esa oscura ciencia-ficción con carga psicológica y paradojas mentales que tanto proliferó a principios del 2.000, y por supuesto para el dúo Bress/Gruber.
Su descripción de esa generación de jóvenes que habrían de llamarse "millenials" es terrible, incluyendo sucesos como violencia doméstica, asesinato indiscriminado, pedofilia, odio familiar o drogadicción, un conjunto de traumas que define las vidas de los amigos Evan, Lenny, Kayleigh y su hermano Tom durante una primera media hora que abarca su infancia y adolescencia. El primer error es el hecho de querer abarcar tanto y ofreciendo mucha información en tan poco tiempo, sin profundizar como es debido en los personajes, quienes acaban resultando ridículamente transparentes (algo que Bress lamentaría más tarde).
La anomalía en este pasado trágico la marcan las lagunas mentales del protagonista, especie de enfermedad hereditaria y, tal como lo sintió Kutcher, una gran metáfora sobre todas esas cosas horribles que suceden en nuestro mundo pero preferimos ignorar y enterrar para siempre. La sucesión de eventos ha discurrido tan rápido que cuesta asimilarlo, y ahora tenemos al entonces joven de 25 años de Iowa en el típico ambiente universitario, pero asaltado sin previo aviso por esos pasajes de su vida que creyó ya borrados. ¿La manera? Unos diarios escritos por él mismo, perfecto comodín del guión y "deus ex machina" en toda regla.
La narración prosigue con pequeños "flashbacks" y sorpresas de manera imprevista debido a las decisiones que toma Evan en su presente para intentar desentrañar su pasado, dañando a las personas que más quiso, incluyendo una Kayleigh ya crecida con la belleza de Amy Smart que no saldrá muy bien parada. Este es el punto de inflexión, y a partir de aquí el universo de la película, al igual que sus técnicas, se expande, y lo que fueron "viajes" con Evan como mero espectador (donde ya podíamos averiguar el significado de esas lagunas) se convierten en saltos a un espacio-tiempo alternativo por su acción directa en momentos clave del pasado.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
El "¿Y si...?" se acerca a dos supuestos escalofriantes: estamos supeditados a los giros del destino y la posibilidad de que hayamos compartido una realidad alternativa con esa persona desconocida que está pasando por nuestro lado sin que siquiera lo intuyamos; queda otra posibilidad, remota: la de un reencuentro casual. Los guionistas/directores eligen la opción correcta en cuanto al final y su confusa y descarada epopeya independiente consigue un éxito de taquilla que aún hoy día es difícil de creer.
Los errores de este viaje de tan variopinta mezcla de estilos se descubren con mucha facilidad al profundizar más allá de su superficie, pero su objetivo, el de abrumar y alucinar al espectador joven, preferiblemente uno con la misma edad y traumas que el protagonista, se cumple con creces, manteniéndose como una de las más entretenidas peripecias de la "sci-fi" de mediados del 2.000.
¿Habría entonces alguna posibilidad de cambiar ese instante?
Porque la pregunta más terrorífica de cuantas puedan haber es "¿Y si...?", y el impacto emocional y psicológico en quien la desarrolla cuidadosamente llega a ser muy fuerte. Si mi vecino no hubiese decidido montar en moto aquella noche hoy no estaría paralítico; si una profesora no hubiese ayudado a pagar los estudios a mi compañera de instituto tal vez nunca hubiese ido a la universidad; y por supuesto yo no estaría escribiendo ahora en mi teclado si mi padre no hubiera estado allí para salvarme de morir devorado por aquel rottweiler a los 8 años. Decisiones y actos que lo determinan todo...
A grandes rasgos estas ideas, estructuradas en un guión tan bien planificado como confuso, es lo que allá por comienzos del nuevo siglo desearon plasmar Eric Bress y Jonathan Gruber, dos recién graduados en la universidad que se hicieron socios y amigos íntimos y tras servir como guionistas para la secuela de "Destino Final" se encuentran sobre todo buscando a alguien que quiera financiar un pequeño sueño aún no cumplido. Dos años estuvo dando vueltas su trabajo conjunto "Blackouts" hasta que el productor Jeff Spink se unió al equipo, y más tarde Ashton Kutcher en calidad de productor ejecutivo, auténtico pasaporte para el despegue.
A él le vemos en esa secuencia de apertura intensa y tramposa antes de empezar realmente con el pequeño Logan Lerman encarnando a un álter-ego de su personaje en una Vancouver a modo de pueblecito de la Costa Este situado a finales de los '80. Esta vuelta atrás en el tiempo, el escenario y el tono del guión recuerda a la demasiado similar epopeya de Donnie Darko estrenada sólo tres años antes, referencia seminal para esa oscura ciencia-ficción con carga psicológica y paradojas mentales que tanto proliferó a principios del 2.000, y por supuesto para el dúo Bress/Gruber.
Su descripción de esa generación de jóvenes que habrían de llamarse "millenials" es terrible, incluyendo sucesos como violencia doméstica, asesinato indiscriminado, pedofilia, odio familiar o drogadicción, un conjunto de traumas que define las vidas de los amigos Evan, Lenny, Kayleigh y su hermano Tom durante una primera media hora que abarca su infancia y adolescencia. El primer error es el hecho de querer abarcar tanto y ofreciendo mucha información en tan poco tiempo, sin profundizar como es debido en los personajes, quienes acaban resultando ridículamente transparentes (algo que Bress lamentaría más tarde).
La anomalía en este pasado trágico la marcan las lagunas mentales del protagonista, especie de enfermedad hereditaria y, tal como lo sintió Kutcher, una gran metáfora sobre todas esas cosas horribles que suceden en nuestro mundo pero preferimos ignorar y enterrar para siempre. La sucesión de eventos ha discurrido tan rápido que cuesta asimilarlo, y ahora tenemos al entonces joven de 25 años de Iowa en el típico ambiente universitario, pero asaltado sin previo aviso por esos pasajes de su vida que creyó ya borrados. ¿La manera? Unos diarios escritos por él mismo, perfecto comodín del guión y "deus ex machina" en toda regla.
La narración prosigue con pequeños "flashbacks" y sorpresas de manera imprevista debido a las decisiones que toma Evan en su presente para intentar desentrañar su pasado, dañando a las personas que más quiso, incluyendo una Kayleigh ya crecida con la belleza de Amy Smart que no saldrá muy bien parada. Este es el punto de inflexión, y a partir de aquí el universo de la película, al igual que sus técnicas, se expande, y lo que fueron "viajes" con Evan como mero espectador (donde ya podíamos averiguar el significado de esas lagunas) se convierten en saltos a un espacio-tiempo alternativo por su acción directa en momentos clave del pasado.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
El "¿Y si...?" se acerca a dos supuestos escalofriantes: estamos supeditados a los giros del destino y la posibilidad de que hayamos compartido una realidad alternativa con esa persona desconocida que está pasando por nuestro lado sin que siquiera lo intuyamos; queda otra posibilidad, remota: la de un reencuentro casual. Los guionistas/directores eligen la opción correcta en cuanto al final y su confusa y descarada epopeya independiente consigue un éxito de taquilla que aún hoy día es difícil de creer.
Los errores de este viaje de tan variopinta mezcla de estilos se descubren con mucha facilidad al profundizar más allá de su superficie, pero su objetivo, el de abrumar y alucinar al espectador joven, preferiblemente uno con la misma edad y traumas que el protagonista, se cumple con creces, manteniéndose como una de las más entretenidas peripecias de la "sci-fi" de mediados del 2.000.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Gira la rueda del destino. Si Bradbury cambió toda una realidad al pisar una mariposa durante un safari jurásico, nuestro héroe lo hará al pisar el orgullo de un padre pederasta; el problema está en que en "A Sound of Thunder" los detalles de cambio son mínimos, pero suficientes para detectarlos.
¿Era necesario un Evan de gustos, compañeros y forma de ser diferente? Aun con la excitación de darnos una respuesta tan radical al "¿Y sí...?", la coherencia se derrumba sin remedio; y es que, de no ser por la angustiosa y violenta atmósfera que logran los directores cualquiera diría que estamos ante una comedia negra. ¿Tal vez es culpa del mismo Kutcher?
No pareciera un papel para él (antes se le había ofrecido a Josh Hartnett o Joshua Jackson) tras una carrera dedicada en exclusiva al humor y el romance; sin embargo encuentra unas raíces propias muy profundas en Evan, desde un intento de suicidio siendo niño y una condena por robo al homicidio de su novia por el asesino Michael Gargiulo, sucesos que ayudan a establecer una escalofriante simbiosis con el personaje, cuya credibilidad, por otra parte, se degenera a cada "viaje" que realiza, pasando a ser una especie de "superhéroe" capaz de retornar al pasado cuando le viene en gana; sólo tiene que coger sus cuadernos.
Pero para reparar una herida debe abrir otra en el proceso, a lo largo del cual Bress y Gruber proseguirán audaces tocando temas espinosos: el cáncer, el abuso en prisiones, la crueldad con animales y la prostitución, ciertamente perturbador su discurso, mientras la clave de esta paradoja es cuan potentes son las ondas expansivas de las elecciones que se toman en la vida y la medida en que afectan a nuestra realidad y a los seres que moran en ella. "El Efecto Mariposa" falla en su conjunto, por desgracia, al no poseer la profundidad del debut de Richard Kelly, ni como él hacía conceder a los personajes un tiempo real de desarrollo. No lo tienen pues el tiempo no cesa en sus cambios e idas y venidas sin control, y a un ritmo demasiado veloz para tomar en serio la mezcla entre humor retorcido casual y pasajes más tétricos y dramáticos.
Tampoco ayudan los agujeros que se abren en el argumento cuando Evan vuelve a lugares donde ya estuvo provocando nuevas acciones que no interfieren en el transcurso de las cosas: en la cárcel "viaja" como si nada a su infancia y en el colegio se atraviesa las manos con dos pinchos, un hecho que no afectará a su vida, así como regresar todo a la realidad original, con Thumper de compañero, después de causar el asesinato involuntario de Tom, o el hecho de que al cambiar algo en el pasado saltemos de nuevo al presente a la velocidad de la luz (¿se trata de que ha tenido una laguna mental de diez años?).
A este punto es mejor parar la actividad cerebral y abandonarse a la divertida ilógica de un guión que, bien observado, parece el resultado de una reescritura infernal de una década o un trabajo infilmable para los estándares de Hollywood, quedando en última instancia más cerca de uno de esos relatos "pulp" de la antigua revista Imagination. En todas estas realidades lo más destacado, además de una considerable aceleración del ritmo narrativo y de la patética inverosimilitud creciente (¿Evan sin brazos ni piernas sometiendo a Kayleigh al suplicio del supuesto "¿Y sí...?" de no haber explotado la dinamita?, ¡no se cree nadie esto!), es la camaleónica y magistral interpretación de Smart, quien roba la escena cada vez que aparece en pantalla.
La conclusión, fruto de una batería de finales alternativos a cada cual más chapucero, es la separación definitiva de los protagonistas.
Se deja claro entonces que la vida de una persona se define no tanto por sus propias decisiones sino por las ajenas y el entorno que le rodea (lógico: no hay padre pederasta, no hay violencia doméstica y los niños crecerán sanos), en este caso modificado acorde a los deseos del dios del universo/maestro de ceremonias que es Evan...
¿Era necesario un Evan de gustos, compañeros y forma de ser diferente? Aun con la excitación de darnos una respuesta tan radical al "¿Y sí...?", la coherencia se derrumba sin remedio; y es que, de no ser por la angustiosa y violenta atmósfera que logran los directores cualquiera diría que estamos ante una comedia negra. ¿Tal vez es culpa del mismo Kutcher?
No pareciera un papel para él (antes se le había ofrecido a Josh Hartnett o Joshua Jackson) tras una carrera dedicada en exclusiva al humor y el romance; sin embargo encuentra unas raíces propias muy profundas en Evan, desde un intento de suicidio siendo niño y una condena por robo al homicidio de su novia por el asesino Michael Gargiulo, sucesos que ayudan a establecer una escalofriante simbiosis con el personaje, cuya credibilidad, por otra parte, se degenera a cada "viaje" que realiza, pasando a ser una especie de "superhéroe" capaz de retornar al pasado cuando le viene en gana; sólo tiene que coger sus cuadernos.
Pero para reparar una herida debe abrir otra en el proceso, a lo largo del cual Bress y Gruber proseguirán audaces tocando temas espinosos: el cáncer, el abuso en prisiones, la crueldad con animales y la prostitución, ciertamente perturbador su discurso, mientras la clave de esta paradoja es cuan potentes son las ondas expansivas de las elecciones que se toman en la vida y la medida en que afectan a nuestra realidad y a los seres que moran en ella. "El Efecto Mariposa" falla en su conjunto, por desgracia, al no poseer la profundidad del debut de Richard Kelly, ni como él hacía conceder a los personajes un tiempo real de desarrollo. No lo tienen pues el tiempo no cesa en sus cambios e idas y venidas sin control, y a un ritmo demasiado veloz para tomar en serio la mezcla entre humor retorcido casual y pasajes más tétricos y dramáticos.
Tampoco ayudan los agujeros que se abren en el argumento cuando Evan vuelve a lugares donde ya estuvo provocando nuevas acciones que no interfieren en el transcurso de las cosas: en la cárcel "viaja" como si nada a su infancia y en el colegio se atraviesa las manos con dos pinchos, un hecho que no afectará a su vida, así como regresar todo a la realidad original, con Thumper de compañero, después de causar el asesinato involuntario de Tom, o el hecho de que al cambiar algo en el pasado saltemos de nuevo al presente a la velocidad de la luz (¿se trata de que ha tenido una laguna mental de diez años?).
A este punto es mejor parar la actividad cerebral y abandonarse a la divertida ilógica de un guión que, bien observado, parece el resultado de una reescritura infernal de una década o un trabajo infilmable para los estándares de Hollywood, quedando en última instancia más cerca de uno de esos relatos "pulp" de la antigua revista Imagination. En todas estas realidades lo más destacado, además de una considerable aceleración del ritmo narrativo y de la patética inverosimilitud creciente (¿Evan sin brazos ni piernas sometiendo a Kayleigh al suplicio del supuesto "¿Y sí...?" de no haber explotado la dinamita?, ¡no se cree nadie esto!), es la camaleónica y magistral interpretación de Smart, quien roba la escena cada vez que aparece en pantalla.
La conclusión, fruto de una batería de finales alternativos a cada cual más chapucero, es la separación definitiva de los protagonistas.
Se deja claro entonces que la vida de una persona se define no tanto por sus propias decisiones sino por las ajenas y el entorno que le rodea (lógico: no hay padre pederasta, no hay violencia doméstica y los niños crecerán sanos), en este caso modificado acorde a los deseos del dios del universo/maestro de ceremonias que es Evan...