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Voto de Chris Jiménez:
6
Acción. Drama. Thriller. Fantástico. Terror. Ciencia ficción El grito de Izo resuena en el lugar de ejecución, donde acaba de ser crucificado acusado de un asesinato. Muere, pero deja una profunda maldición. Su alma no puede ir al cielo ni al infierno, y quedará flotando en el espacio y el tiempo. Años después un vagabundo aparece entre los edificios. Es la reencarnación de Izo y tiene un claro objetivo: matar... (FILMAFFINITY)
25 de abril de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Tiene forma y al mismo tiempo no la tiene. También parece tener alma, pero es un desalmado. Es decir, la irracionalidad en persona...".
Existe o tal vez no, es un ser humano vengativo o una imagen especular de la misma venganza. Su enemigo es toda la existencia, su viaje es un deambular sin destino...es la encarnación del odio en su más pura esencia.

Según el folklore japonés, los onryo son descritos como espíritus vengadores, almas condenadas a vagar para toda la eternidad cuya misión última es adherirse a los pasos de los vivos para atormentarles y causarles grandes daños; naturaleza semejante, aunque salvando las distancias, a la de las larvas o los lemures de la mitología romana. Espíritus que han poblado innumerables historias, tanto en la literatura como en el cine. Takashi Miike nos presenta al fantasma vengador por excelencia, cuyo origen se haya, curiosamente, en un ser humano de carne y hueso: Izo Okada, defensor del clan Kinno-to que terminó siendo capturado y decapitado en 1.865.
Este samurái, uno de los más hábiles y violentos que existieron a finales de la era Edo, ocupó muchas obras de ficción, dándose su más conocida aparición en el film de Hideo Gosha "Hitokiri". El nipón, tras participar en la antología "Three...Extremes", recupera al sanguinario guerrero con ayuda de Shigenori Takechi, quien ya había firmado para él los guiones de "Cementerio Yakuza" o "Agitator". No obstante, el Izo de esta película es más una proyección fruto del imaginario torcido de Miike y Takechi que una representación de la realidad, puro simbolismo de demoledor significado.

Desde la primera secuencia ya se nos advierte del enemigo del protagonista, el que combatirá durante su infinita peregrinación por los senderos del Infierno tras ser crucificado: la Humanidad, la creación en sí misma, el propio acto de concebir la vida, y su misión no es sino volcar todo su resentimiento y violencia sobre ella. De este modo viajará a través de los confines del tiempo y el espacio, "saltando" de un periodo de la Historia a otro, aniquilando a todos los que se interpongan en su camino.
En realidad Izo no es más que la personificación del odio, y como éste, su deambular es infinito, pues el ser humano, durante toda la eternidad, siempre está condenado a vivir con el odio, omnipresente en todos los escenarios y situaciones imaginables, siempre latente: en las entrañas del hogar, la oficina, la ciudad, el bosque, etc., lugares por donde pasará el protagonista para desatar su furia y destrucción ("Izo surge en todos nuestros sistemas", se afirmará). Este caos alimentado del odio de la Humanidad es sin embargo un mal necesario, pues "la Historia humana no es otra cosa más que una cadena de derramamientos de sangre sin fin".

Para que exista una progresión lógica, un avance histórico, un nuevo gobierno que sustituya al antiguo desde el principio, es primordial la existencia de una masacre, de una aniquilación total, así está escrito (lo veremos en esas imágenes de archivo donde se insiste en cada guerra, rebelión o batalla sucedida en el Mundo). Influenciándose de cineastas de vanguardia como Gosha, Imamura, Norifumi Suzuki, Teruo Ishii, Nobuo Nakagawa y en particular de "Los Inmortales" y el "Zatoichi" de Kitano (que aparece aquí como actor), e incluso de su propio cine, Miike nos arrastra a lo largo de una desfasada y vertiginosa travesía metafísica colmada de secuencias cuya exposición desafía la persistencia retiniana.
Mientras las furiosas inflexiones del cantautor Kazuki Tomokawa cantan su gesta, Izo se cuestionará en vano sobre su razón de ser manteniendo un claro objetivo: acabar con esos dirigentes del universo (la aristocracia) que gobiernan en base a un corrupto sistema donde impera la hipocresía, el cinismo y la ambición; sistema destapado a través de la mirada inocente de los niños (los ilusorios muros del amor, la democracia y la nación son derribados para siempre). El odio que alimenta su alma volverá a Izo cada vez más demonio y menos humano, hasta el punto en que esto se manifieste físicamente, casi transmutándose en un reflejo de aquello que intenta matar ("...nosotros también somos como él").

Pero un atisbo de esperanza a su condenación eterna aparecerá materializado en una joven, quien afirma ser parte de su alma; este místico encuentro arroja algo de luz a una historia estancada durante casi 80 minutos en una vorágine de extrema violencia que derivará durante los siguientes tres cuartos de hora en un final del todo caótico, desconcertante (los muertos alzándose contra el Imperio; Izo corriendo a lo largo del infinito, que cortará con su espada) y no así redentor, volviendo a la conclusión última de que es necesario aniquilarlo todo, incluso a uno mismo, para renacer libre de culpa, odio y pecado ("eres distinto […] estás disfrutando […] tendrás un nuevo cielo").
Exprimido en las garras del director, Kazuya Nakayama va más allá de sus límites físicos y mentales encarnando al abyecto y sanguinario samurái, seguido de conocidos rostros como Takeshi Kitano, Kaori Momoi, Ryuhei Matsuda, Takeshi Caesar, Susumu Terajima, Renji Ishibashi o Ken Ogata, algunos anteriores colaboradores de Miike, quien, apoyado por la música de Tomokawa y Koji Endo y el montaje taquicárdico de Yasushi Shimamura, traspasa todas las fronteras cinematográficas, filosóficas y metafísicas con esta obra, quintaesencia de su arte como creador de un estilo único desgarrador, fascinante, desenfrenado, inclasificable desde cualquier punto de vista

...y todo pese a la extensa duración y algunos momentos del todo innecesarios (como el enfrentamiento contra los yakuza). "Izo" es una sonrisa diabólica, una poesía insoportable, un bonito cuadro pintado con sangre y vísceras, es la consumación última de la belleza a través de la violencia y la destrucción infinita.
Nadie sale indemne tras exponerse a su visionado.
Chris Jiménez
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