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Voto de Chris Jiménez:
9
Terror Varios jóvenes de una pequeña localidad tienen habitualmente pesadillas en las que son perseguidos por un hombre deformado por el fuego y que usa un guante terminado en afiladas cuchillas. Algunos de ellos comienzan a ser asesinados mientras duermen por este ser que resulta ser Freddy Krueger, un hombre con un pasado abominable. (FILMAFFINITY)
27 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mitad de los '80 si existía una rama del terror que lograra hacer de los videoclubs y los programas dobles de los salas de barrio el caldo de cultivo perfecto para su exhibición era el "slasher", lanzado como género de pleno derecho gracias a "La Noche de Halloween", con la que se perfeccionó para el nuevo decenio que estaba por comenzar.

Lo inaugura "Viernes 13", que establecería las bases de lo que tenía que ser un "slasher" de rigor; en el mismo año que veía la luz la 4.ª peripecia de Jason Vorhees, Wes Craven, uno de los cineastas más respetados del terror del momento (dentro de la serie "B") empezó a confeccionar un guión inspirado en los extraños casos del "síndrome de la muerte asiática" sucedidos en los '70 (enfermedad que hacía padecer terribles pesadillas a algunos asiáticos emigrados a EE.UU.), el cual, tras ser rechazado por muchas compañías iría a parar al seno de la independiente New Line Cinema (que pasaron un infierno para financiarla), y cuyo objetivo era crear al villano más espeluznante del cine de terror.
Así se alejaba de los estereotipos de "Leatherface", Myers y Vorhees...pues el método de éste para cometer los crímenes era realmente único. Empieza la función con una secuencia antológica presentando en primera persona al misterioso asesino que hará de la vida de los protagonistas un infierno, y en ese escenario, la sala de calderas por todos conocida, que se convertiría en seña de identidad de la serie. ¿Pero dónde se sitúa este escenario? Sin prólogos que valgan nos precipitamos de cabeza a un extraño mundo de tinieblas donde las voces de ultratumba producen un sudor frío, los músculos no responden a las órdenes del cerebro y las visiones y los miedos se hacen tangibles.

Es el mundo de los sueños, lo invisible, el mismo que cruza aterrada la pobre Tina para escapar de un ser que lo gobierna desde las profundidades y cuyos ilógicos pliegues se hacen lógicos una vez él los domina y moldea en sus manos ("Yo...soy Dios", afirmará durante la que es una de las más inolvidables apariciones de un asesino en la Historia del cine). Pero Tina, de quien pensamos en primera instancia será la heroína (y caemos en la trampa), sólo es una de las adolescentes que han sufrido la invasión a su inconsciente durante la noche de ese individuo de rostro abrasado, jersey a rayas rojas y verdes, sombrero Fedora, guante de cuchillas adheridas y risa demencial.
Pues Nancy y Glen, dos compañeros de su instituto y amigos íntimos también han tenido pesadillas similares, jóvenes que moran todos ellos en la zona de Elm Street, que para entendernos viene a ser la metáfora de cualquier calle en cualquier pequeña población suburbial de EE.UU., un sitio normal, limpio y bañado por el Sol donde todo el mundo se conoce, donde los adolescentes van a clase, juegan al football, se enamoran y desenamoran y entran finalmente, y tras el preceptivo baile de graduación, en esa fase de sus vidas en la que ya no les importan a nadie mientras sus ariscos padres, aquellos adolescentes de los '60 derrotados, prosiguen una existencia entre alcohol, normas desfasadas y peleas matrimoniales que quedan en el confortable seno del hogar.

La película traza de manera concisa toda una representación del sueño americano para el ciudadano de clase media-baja que se torna en monotonía y que por lamentable que parezca se ha convertido en seña de identidad universal y reconocida en todo el Mundo. Lo que hace Craven es subvertir y pervertir este orden (¡y a cuchillada limpia!) introduciendo un elemento que amenaza este maravilloso universo en el que los adolescentes se lanzan a los placeres de la libertad, uno tan tenebroso y degenerado que figura en toda su plenitud un atentado a la moral y las buenas costumbres y que sirve para desenmascarar la verdad de una irrefrenable venganza. El Mal mismo.
En esencia eso es Krueger, un vampiro de Düsseldorf moderno que se burla de sus víctimas mientras las tortura y despedaza, un espectro que se mueve en las sombras de la noche (como Myers), surgido del infierno de los pecadores cuyo objetivo es cumplir los preceptos de la mejor justicia que existe: la del "ojo por ojo". Su crimen está alimentado no por el simple deseo de matar (como sucede con muchos homicidas del "slasher"), sino por un crimen tangencial que viene de más lejos obrado por aquellos que pusieron fin a su primera vida de asesino de niños usando métodos extrajudiciales no del todo correctos, pero justos al fin y al cabo. El círculo vicioso del pecado y la culpa no se cierra, y ahora son los hijos los que deben pagar el crimen de sus padres.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

En el plantel, con los veteranos John Saxon y Ronee Blakley, son los adolescentes, todos debutantes, los que acaparan la atención, como ese Johnny Depp que cautiva con su desparpajo, y en especial la guapísima y enérgica Heather Langenkamp. Pero definitivamente nadie hace sombra al bueno de Robert Englund, quien, inspirado por el Drácula de Klaus Kinski y sirviéndose de su sensibilidad teatral, da un aire aún más siniestro al Freddy imaginado por Craven, con su risa perversa y sus inquietantes ojos, que parecen estar deseando penetrar en lo profundo de nuestro inconsciente (no hay asesino en la Historia del cine que posea esa mirada).
Criticada en el momento por sus similitudes con "La Gran Huida", "Pesadilla en Elm Street" fue un éxito absoluto de taquilla hasta su llegada al videoclub, donde pasaría, al igual que su asesino, a imparable fenómeno de masas y poco después a icono cultural. Ningún "slasher" consiguió igualar, ni mucho menos superar, la fuerza que desprende este cuento de puro terror tan visceral, maligno y perturbador como mordaz, trepidante y mágico, obra magna de Wes Craven cuya credibilidad se iría al traste por culpa de una serie de secuelas infumables.

Ahora me echaré a dormir.
Pido al Señor que me proteja.
Pero si muero antes de despertar...
yo te maldigo eternamente, Fred Krueger.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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