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Voto de Chris Jiménez:
6
Thriller. Drama. Romance Izumi es la esposa de un exitoso escritor. Su día a día pasa por una anodina rutina y por una relación sin pasión. Un día, Izumi comienza a trabajar en un supermercado vendiendo salchichas; otro, termina involucrándose en una película pornográfica; y finalmente, comienza a ejercer de prostituta. Mientras ella se sumerge en una espiral de sexualidad irrefrenable, un cadáver aparece en el barrio de los hoteles del amor. Nueva muestra de ... [+]
16 de enero de 2020
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Nada es cierto, todo son palabras sin significado, palabras sin cuerpo, ¿por qué hay que creerlas? Huyamos para encontrar el Castillo. Pero para asegurarnos de que lo encontramos hemos de liberar nuestra mente, cuerpo y espíritu.
Cuando por fin estemos en su interior nada importará. Ni la honestidad, ni la fidelidad, ni el odio, ni el amor, ni la vida misma. Porque no son nada. Palabras sin cuerpo...

Tras sorprender, aterrorizar y desesperar a muchos con la que es la segunda obra definitiva de su carrera, "Cold Fish" (la primera sigue siendo "Exposición de Amor", por supuesto), Sion Sono, que por derecho se ha ganado el título de realizador más transgresor de su generación (si hay otro como él que me lo digan), regresaría para continuar en la después bautizada Trilogía del Odio (incomprensible, pues la "primera entrega" de la saga termina celebrando el triunfo del amor) proponiendo su conclusión con "Guilty of Romance", cuyo guión desarrolló a partir de una premisa de Mizue Kunizane, productor de algunos de sus films.
Culpable de amar, culpable de ser fiel, de soportar, de callar. Sono nos introduce en lo que "debe" ser el seno de un hogar japonés en toda su plenitud, y lo mostrará hasta el paroxismo: impecable, puro, sosegado, luminoso...aspectos que ocultan su estoicismo, rigidez y malsana rectitud; por supuesto la mujer que mora en este hogar debe estar conectada con él y convertirlo en su reflejo. Así es Izumi, una esposa, una criada, una sirvienta atada en el hastío, en la repetición de los días, que pasan ante ella inexorables, atada por lo que cree es amor con Yukio Kikuchi, un prestigioso autor contento de tener en casa a una esclava. Pero ella lo acepta...día tras día.

Sin embargo el film no se inicia en este pequeño reino de la mentira y la apariencia, sino en uno de los lugares mugrientos de la ciudad, el Maruyama-cho, barrio rojo de Shibuya y centro de prostitución. Dos maniquíes han sido rellenados con miembros y órganos humanos en descomposición y nadie sabe absolutamente nada; conectándose con "El Club del Suicidio" en cuanto a que el revulsivo para empezar a zurcir los pliegues del argumento es un crimen verdaderamente perturbador, "Guilty of Romance" presenta este impactante escenario para trasladarnos a otro, y así de forma continua.
Presente y pasado se mezclan sin freno mientras la historia se divide en varios capítulos (como en "Exposición de Amor") rindiendo un particular homenaje, que se expresa literalmente por medio de los personajes, a "El Castillo" de Kafka. Dos son las protagonistas: la investigadora que lleva el caso, Kazuko, e Izumi, pero en ésta nos centramos con más ahínco, en una pureza (hasta las glaciares relaciones sexuales que practica con su marido son inmaculadas) que pronto va a desaparecer cuando cae en las garras de una fraudulenta agencia de modelos, sometiéndola a actos que desbordan su inocencia y le abren un camino de nuevas sensaciones, excitantes, prohibidas, y a las cuales se rinde.

Empieza la "liberación": Izumi deja de ser la que era. Sonríe, grita, se convulsiona y se viste de manera provocativa, tentando su suerte, sin saber la clase de hombres que hay ahí fuera; un individuo inquietante le hará cruzar, a través de una imponente terapia de choque, una nueva línea, de la lúdica infidelidad a la dolorosa perversión, apartándola de ese luminoso hogar que aún seguía protegiendo bajo sus minuciosos y falsos cuidados de sirvienta perfecta. Empieza el descenso a los infiernos: será otra fémina, Mitsuko (que vuelve a ocupar el universo "soniano"), la encargada de arrastrar a Izumi a un oscuro submundo más próximo y real de lo que nunca hubiera imaginado.
Todo ello a través de un ritual iniciático cargado de violencia, sexo enfermizo y locura que transforma lo blanco en negro, lo divertido en repugnante y a las niñas pulcras en amantes modélicas sin posibilidad de volver atrás. Ser gesticulante y perverso, Mitsuko es, a todos los efectos, un doble completamente desinhibido, una proyección de la bestia rugiente y ávida de sexo que en el fondo se esconde en la protagonista ("no hace falta que digas nada porque eres yo", le revela).

Es decir, de sus pulsiones más oscuras y salvajes, y que ejercerá de Pigmalión para adiestrarla en su nueva fase, lo cual únicamente llevará a la sustitución de un maestro para Izumi (su marido por su nueva amiga).
Quizás es aquí donde la pretensión de Sono por honrarnos con un mensaje reivindicativo disfrazado de drama existencial empieza a tambalearse.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

A la colérica dirección de Sono, quien consigue dejar exhausto al espectador con su técnica, su indescriptible combinación de géneros y sobre todo por su exhibición abrasiva y ciclónica de los hechos, hay que nombrar el excelente trabajo de montaje de Junichi Ito y la fotografía de Sohei Tanikawa, que pule las aristas de una atmósfera erótica y aberrante, con sus intensos colores y penumbras que lo devoran todo, de un extremo a otro. La bellísima y arrebatadora Megumi Kagurazaka capta toda la atención, tanto con su físico como con la dramática y radical evolución de su personaje, seguida de unos geniales Miki Mizuno y Kanji Tsuda, la espeluznante Hisako Okata y los escandalosamente odiosos Makoto Togashi y Motoki Fukami.
Puede que nos hallemos ante la obra más desquiciada, trágica, sórdida y rebelde del nipón; con herencia de Adachi, Wakamatsu o Tsukamoto su cargante exposición al mismo tiempo aterra, asquea y fascina, pero deja una sensación agria y un inevitable recelo ante los ideales y discursos que se plantean (yo en absoluto estoy de acuerdo con ellos).
Versión retorcida, arrolladora y sangrienta del clásico "Bella de Día" de Buñuel con la que Sono cierra su trilogía. El Castillo y la liberación sólo se vislumbran en la muerte. No queda nada por lo que vivir. Hombres malos, putas rotas. Y dicho esto, el amor termina.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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