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Voto de Chris Jiménez:
5
6,4
18.505
Thriller. Acción. Intriga
El mismo día, en dos lugares separados por 300 kilómetros de distancia, a dos policías les asignan investigaciones muy particulares. Pierre Niemans (Jean Reno), un hombre con experiencia y un instinto infalible para los casos criminales, viaja a Guernon, una ciudad universitaria de los Alpes, donde se ha cometido un violento asesinato. Mientras tanto, el joven y solitario Max Kerkerian (Vincent Cassel), un antiguo ladrón de coches cuyo ... [+]
23 de noviembre de 2017
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Terribles secretos se esconden en los picos nevados alrededor de Guernon, misterios que recorren décadas y vidas en un complot de causa-decisión-efecto de inimaginables males.
Pero parafraseando las enseñanzas del sabio comisario Niémans, "Estamos en un palacio de espejos, en un laberinto de reflejos, por tanto en alguna parte, a lo largo de estos espejos, en un ángulo muerto...está la clave".
No es extraño que "Les Rivières Pourpres", publicada a finales de 1.998, se mantenga en el tiempo como una de las novelas policíacas de más éxito en terreno francófono, y es que para tratarse únicamente de su segundo trabajo, Jean-Christophe Grangé acumula todos los puntos fuertes para destacar dentro de la corriente contemporánea del género. Las pesquisas, inmensas, complejas y peligrosas del mencionado Pierre Niémans y el joven e irascible teniente Karim Abdouf para resolver los misterios de brutales crímenes cerca de los Alpes, contiene algo especial que agarra de las tripas durante sus algo más de 300 páginas.
La prosa del autor y periodista es directa y cruda, también densa y sombría, extremadamente minuciosa con cualquier detalle sobre situaciones, hechos y personajes, pero lo mejor, y esto es vital para capturar la fascinación al lector, es su ritmo imparable, tanto en acción como en diálogos, que permite seguir con fluidez la enredada trama hasta el algo efectista y torpe final (la única pega realmente). Pues esta joyita del "thriller" literario cae en manos de Mathieu Kassovitz mientras está en Los Angeles y que quiere un éxito después de las pésimas reacciones que ha generado su difícil "Assassins" (si bien para él es su obra favorita).
Bien, en este caso no importa el nombre del cineasta, podría haber sido él, Olivier Marchal, Philippe Grandrieux o el mismísimo Luc Besson quienes hubieran organizado el proyecto; el principal problema es la imposibilidad de adaptar "Les Rivières Pourpres" a obra cinematográfica. El formato televisivo sería la opción adecuada, al menos si se quiere respetar la integridad de la creación original. Pero no sucedió y el parisino optó por lo primero; incluso, en un gesto extraño, fue ayudado por el escritor en la elaboración del guión, ofreciendo éste su total colaboración.
Un servidor no lo entiende. Es lógico verse obligado a cambiar ciertas cosas para comprimir cientos de páginas en menos de dos horas, pero no violar la esencia que desprenden dichas páginas. Lo primero que hace el libro es tomarse su tiempo para desarrollar a los protagonistas, separados por muchos kilómetros; la presentación de Niémans sucede en plena vigilancia de hooligans durante un gran encuentro de football, para luego profundizar en un policía viejo, que ha pateado mucho las calles y cuya vida se ha fundido con la fauna urbana del París nocturno. La sensación es de puro "polar" de los años '80, un clima policíaco negro y turbio...
Que, por supuesto, se comen en la película, donde el comisario, con el físico perfecto de Jean Reno (yo tenía a Lino Ventura en mente), ya llega al bosque donde han encontrado al primer cadáver de una larga investigación que tendrá lugar en esa inquietante ciudad-academia de alto rango de Guernon. El estilo de Kassovitz, y por la forma que hace entrar al actor en la trama, recuerda al de los "psychothrillers" norteamericanos que tanto han cambiado el género desde los años '90, y en concreto "Seven" (me creo si me dicen que las escenas de los créditos iniciales las ha rodado Fincher).
El Niémans de Reno es un tipo áspero que va de policía independiente, un "outsider"; su análogo literario es un jefe que tiene subordinados en el caso y que no cesa de hablar. Una de las grandes diferencias: cambian el carácter de los policías; mientras el viejo era elocuente y casi afable, el joven era duro y callado, al contrario que en la película. Vincent Cassell, fan de la novela, detestó la cantidad de cambios que hubo en el guión; lógico: del teniente Abdouf, un arisco árabe huérfano cuya juventud la pasó en las malas calles y ahora, siendo policía, a la espera de resolver un gran caso, al Max Kerkerian que se inventan aquí...hay un abismo o dos.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
El director, que ha manejado una superproducción, deja más claro que nunca, tal vez más que en toda su carrera, su inclinación hacia el efectismo hollywoodiense y la intención comercial. Pretende, además, hacer de su obra el "Seven" francés, sin embargo, ni siquiera la taquilla fue tan espectacular como esperaba (claro: en la novela (prestando mucha atención a los diálogos y la narración) llegas al final entendiendo todo lo que pasa...en la película no).
Algo, igual que las identidades de los recién nacidos, igual que las pistas entre miles de juegos retorcidos, se pierde, se queda enterrado para siempre. El dolor en el corazón que oprimía a Abdouf al término de la investigación también lo he padecido yo...
Pero parafraseando las enseñanzas del sabio comisario Niémans, "Estamos en un palacio de espejos, en un laberinto de reflejos, por tanto en alguna parte, a lo largo de estos espejos, en un ángulo muerto...está la clave".
No es extraño que "Les Rivières Pourpres", publicada a finales de 1.998, se mantenga en el tiempo como una de las novelas policíacas de más éxito en terreno francófono, y es que para tratarse únicamente de su segundo trabajo, Jean-Christophe Grangé acumula todos los puntos fuertes para destacar dentro de la corriente contemporánea del género. Las pesquisas, inmensas, complejas y peligrosas del mencionado Pierre Niémans y el joven e irascible teniente Karim Abdouf para resolver los misterios de brutales crímenes cerca de los Alpes, contiene algo especial que agarra de las tripas durante sus algo más de 300 páginas.
La prosa del autor y periodista es directa y cruda, también densa y sombría, extremadamente minuciosa con cualquier detalle sobre situaciones, hechos y personajes, pero lo mejor, y esto es vital para capturar la fascinación al lector, es su ritmo imparable, tanto en acción como en diálogos, que permite seguir con fluidez la enredada trama hasta el algo efectista y torpe final (la única pega realmente). Pues esta joyita del "thriller" literario cae en manos de Mathieu Kassovitz mientras está en Los Angeles y que quiere un éxito después de las pésimas reacciones que ha generado su difícil "Assassins" (si bien para él es su obra favorita).
Bien, en este caso no importa el nombre del cineasta, podría haber sido él, Olivier Marchal, Philippe Grandrieux o el mismísimo Luc Besson quienes hubieran organizado el proyecto; el principal problema es la imposibilidad de adaptar "Les Rivières Pourpres" a obra cinematográfica. El formato televisivo sería la opción adecuada, al menos si se quiere respetar la integridad de la creación original. Pero no sucedió y el parisino optó por lo primero; incluso, en un gesto extraño, fue ayudado por el escritor en la elaboración del guión, ofreciendo éste su total colaboración.
Un servidor no lo entiende. Es lógico verse obligado a cambiar ciertas cosas para comprimir cientos de páginas en menos de dos horas, pero no violar la esencia que desprenden dichas páginas. Lo primero que hace el libro es tomarse su tiempo para desarrollar a los protagonistas, separados por muchos kilómetros; la presentación de Niémans sucede en plena vigilancia de hooligans durante un gran encuentro de football, para luego profundizar en un policía viejo, que ha pateado mucho las calles y cuya vida se ha fundido con la fauna urbana del París nocturno. La sensación es de puro "polar" de los años '80, un clima policíaco negro y turbio...
Que, por supuesto, se comen en la película, donde el comisario, con el físico perfecto de Jean Reno (yo tenía a Lino Ventura en mente), ya llega al bosque donde han encontrado al primer cadáver de una larga investigación que tendrá lugar en esa inquietante ciudad-academia de alto rango de Guernon. El estilo de Kassovitz, y por la forma que hace entrar al actor en la trama, recuerda al de los "psychothrillers" norteamericanos que tanto han cambiado el género desde los años '90, y en concreto "Seven" (me creo si me dicen que las escenas de los créditos iniciales las ha rodado Fincher).
El Niémans de Reno es un tipo áspero que va de policía independiente, un "outsider"; su análogo literario es un jefe que tiene subordinados en el caso y que no cesa de hablar. Una de las grandes diferencias: cambian el carácter de los policías; mientras el viejo era elocuente y casi afable, el joven era duro y callado, al contrario que en la película. Vincent Cassell, fan de la novela, detestó la cantidad de cambios que hubo en el guión; lógico: del teniente Abdouf, un arisco árabe huérfano cuya juventud la pasó en las malas calles y ahora, siendo policía, a la espera de resolver un gran caso, al Max Kerkerian que se inventan aquí...hay un abismo o dos.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
El director, que ha manejado una superproducción, deja más claro que nunca, tal vez más que en toda su carrera, su inclinación hacia el efectismo hollywoodiense y la intención comercial. Pretende, además, hacer de su obra el "Seven" francés, sin embargo, ni siquiera la taquilla fue tan espectacular como esperaba (claro: en la novela (prestando mucha atención a los diálogos y la narración) llegas al final entendiendo todo lo que pasa...en la película no).
Algo, igual que las identidades de los recién nacidos, igual que las pistas entre miles de juegos retorcidos, se pierde, se queda enterrado para siempre. El dolor en el corazón que oprimía a Abdouf al término de la investigación también lo he padecido yo...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Éste es el que más sufre. Abdouf poseía un análisis extenso de su vida, y su raza juega un mal papel dentro del cuerpo de policía, datos secundarios y a la vez muy importantes para entender su carácter, y mientras él es un aficionado al cine americano y sus procederes policíacos, su contraparte, Kerkerian, sí se comporta como un policía "made in U.S.A.".
Grangé no describía una escena de pelea tipo Van Damme, sino que elaboraba paso a paso una increíble investigación referente a la profanación de la tumba de un niño en Sarzac, Jude Itero, y la manera en que se descubre la falsa identidad para proteger a una niña (Judith) y a su madre, Fabienne Hérault.
Claro, el director debe deshacerse de todas estas pesquisas, de los ricos personajes que la componían en un cuadro humano corrupto y extravagante, que Abdouf, "marginado" por sus compañeros, resolvía solo (en el film hay dos subnormales pegados a Cassel para dar una nota de humor típico francés que no viene a cuento de nada). El guión mezcla a la madre de Jude/Judith y a una monja ciega que la ayudaba, todo está más simplificado, para ahorrar metraje, adiós al esfuerzo y a la conexión espiritual que el policía desarrollaba con la distante niña desaparecida. Kerkerian va de lugar en lugar sin cambiar nada en su interior.
Aquí los personajes, al no tener pasado ni vida personal, son muros infranqueables con los cuales es difícil empatizar. Otro detalle que "americaniza" la historia es el encuentro entre los protagonistas, fortuito, accidental y conveniente (tras ser descubierto el segundo cuerpo, el del enfermero Philippe Sertys, bajo el hielo de la montaña), y el modo en que sus tramas confluyen y se alían en la compleja investigación en Guernon; en la novela se encuentran a lo sumo un par de veces y las situaciones vividas suceden en momentos diferentes al film, donde trabajan unidos hasta el final.
Dicho encuentro ya determina un camino muy diferente a seguir del libro, pues más personajes e instantes catárticos se borran para siempre; al no estar Fabienne, ni el comisario jefe de Abdouf (Crozier), ni el teniente Joiseneau, se pierden cabos interesantes y se inventan, por el contrario, otras cosas (jamás el hijo del rector intentaba matar a Niémans, y no había perros en la historia, sólo en su mente). Kassovitz filma con estilo y elegancia, pero da más peso a la acción y al impactante efectismo que a los diálogos, que eran muchos y muy densos; al eliminar tanta interacción y elucubración la trama del film cojea sin cesar.
No sólo la gran intriga elaborada por Sertys, Remy Caillois y Edmond Chernecé del cambio de bebés y el objetivo de "construir" una raza superior a partir de hijos de pueblerinos y de los intelectuales de la universidad posee una explicación más extensa en las páginas, sino que, en una jugada terrible, desaparece también Sophie, la viuda de Caillois. Su presencia en la novela es casi insignificante mediante avanza el caso, sin embargo siempre se tiene en cuenta, una fuerza misteriosa y poderosa; la razón es que el autor, muy hábil, la usaba para despistar totalmente al lector. Como burla mordaz...
Al convertirla en obsesión para Niémans igual que hace con Fanny (y ésta irradia menos fuerza en el film), a quienes compara constantemente, una sospecha se mantiene, siempre latente: creer que Judith es Sophie, por tanto gemela de Fanny. Esto no es cierto, claro, pero el tema del reflejo, de la doble identidad, es vital para comprender el motivo del criminal y la raíz metafísica del suspense del libro, y juega un gran papel para estos dos hipnóticos personajes femeninos, tan opuestos en principio.
Curiosamente el final imaginado por Grangé y el de Kassovitz, aunque las rutas narrativas hacia ellos y el escenario difieran, son muy parecidos; el error es el mismo: sacarse a la gemela "mala" de la manga, sin aprovechar la baza del personaje de Sophie.
Grangé no describía una escena de pelea tipo Van Damme, sino que elaboraba paso a paso una increíble investigación referente a la profanación de la tumba de un niño en Sarzac, Jude Itero, y la manera en que se descubre la falsa identidad para proteger a una niña (Judith) y a su madre, Fabienne Hérault.
Claro, el director debe deshacerse de todas estas pesquisas, de los ricos personajes que la componían en un cuadro humano corrupto y extravagante, que Abdouf, "marginado" por sus compañeros, resolvía solo (en el film hay dos subnormales pegados a Cassel para dar una nota de humor típico francés que no viene a cuento de nada). El guión mezcla a la madre de Jude/Judith y a una monja ciega que la ayudaba, todo está más simplificado, para ahorrar metraje, adiós al esfuerzo y a la conexión espiritual que el policía desarrollaba con la distante niña desaparecida. Kerkerian va de lugar en lugar sin cambiar nada en su interior.
Aquí los personajes, al no tener pasado ni vida personal, son muros infranqueables con los cuales es difícil empatizar. Otro detalle que "americaniza" la historia es el encuentro entre los protagonistas, fortuito, accidental y conveniente (tras ser descubierto el segundo cuerpo, el del enfermero Philippe Sertys, bajo el hielo de la montaña), y el modo en que sus tramas confluyen y se alían en la compleja investigación en Guernon; en la novela se encuentran a lo sumo un par de veces y las situaciones vividas suceden en momentos diferentes al film, donde trabajan unidos hasta el final.
Dicho encuentro ya determina un camino muy diferente a seguir del libro, pues más personajes e instantes catárticos se borran para siempre; al no estar Fabienne, ni el comisario jefe de Abdouf (Crozier), ni el teniente Joiseneau, se pierden cabos interesantes y se inventan, por el contrario, otras cosas (jamás el hijo del rector intentaba matar a Niémans, y no había perros en la historia, sólo en su mente). Kassovitz filma con estilo y elegancia, pero da más peso a la acción y al impactante efectismo que a los diálogos, que eran muchos y muy densos; al eliminar tanta interacción y elucubración la trama del film cojea sin cesar.
No sólo la gran intriga elaborada por Sertys, Remy Caillois y Edmond Chernecé del cambio de bebés y el objetivo de "construir" una raza superior a partir de hijos de pueblerinos y de los intelectuales de la universidad posee una explicación más extensa en las páginas, sino que, en una jugada terrible, desaparece también Sophie, la viuda de Caillois. Su presencia en la novela es casi insignificante mediante avanza el caso, sin embargo siempre se tiene en cuenta, una fuerza misteriosa y poderosa; la razón es que el autor, muy hábil, la usaba para despistar totalmente al lector. Como burla mordaz...
Al convertirla en obsesión para Niémans igual que hace con Fanny (y ésta irradia menos fuerza en el film), a quienes compara constantemente, una sospecha se mantiene, siempre latente: creer que Judith es Sophie, por tanto gemela de Fanny. Esto no es cierto, claro, pero el tema del reflejo, de la doble identidad, es vital para comprender el motivo del criminal y la raíz metafísica del suspense del libro, y juega un gran papel para estos dos hipnóticos personajes femeninos, tan opuestos en principio.
Curiosamente el final imaginado por Grangé y el de Kassovitz, aunque las rutas narrativas hacia ellos y el escenario difieran, son muy parecidos; el error es el mismo: sacarse a la gemela "mala" de la manga, sin aprovechar la baza del personaje de Sophie.