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Voto de 12345:
9
7,3
60.329
Terror. Drama. Fantástico. Romance
Oskar, un tímido niño de doce años, que es acosado en el colegio por sus compañeros, se hace amigo de Eli, una misteriosa vecina de su edad, cuya llegada al barrio coincide con una serie de inexplicables muertes. A pesar de que Oskar sospecha que Eli es un vampiro, intenta que su amistad esté por encima de su miedo. (FILMAFFINITY)
25 de julio de 2009
125 de 132 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto esta película, que me ha dejado pegado al sofá de mi casa como hacía mucho. Ha supuesto una sorpresa descomunal. Apenas he podido dejar de pensar en ella mientras pasaba la tarde, y al final he entrado a escribir aquí. Cuando he leído las críticas anteriores me ha sorprendido que ninguna (salvo, en cierto modo, las de Chou y Benito Bercimuelles) incida en lo que a mi más me ha impactado de la película, esto es, que el amor es un instante fugaz, una mirada (qué ojos, la actriz), una necesidad del hombre... pero que las relaciones están condenadas a convertirse en una relación de complementariedad, de dominación, y que, llegado el momento, dejan de ser satisfactorias. Que el amor termina.
Una película hipnótica, hermosísima, con una lección terrible sobre la naturaleza del amor.
Una película hipnótica, hermosísima, con una lección terrible sobre la naturaleza del amor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Por un lado tenemos a un muchacho asustado y solitario, sin sitio. El chico vive con la ansiedad de amar, de ser aceptado, respetado.
Por el otro a la vampiresa, una muchacha de doce años dotada de una mirada inmensamente erótica y asustada. No es tan retorcido pensar mientras se ve la película que el ayudante (algo decrépito ya) que va con la chica fue en su día un joven Oskar. La vampiresa no puede sobrevivir sin un esbirro humano que la asista y la proteja durante el día, así que previendo que su humano está en las últimas va buscándose un recambio, Oskar es un humano perfecto para este propósito.
Cómo olvidar la escena en la que el viejo ayudante mira por la ventana y adivina que su vampiresa, su antigua amada, su ama, está empezando a buscarse a otro; y luego más tarde cuando la pide en la cocina, muy celoso, que no vuelva a quedar con ese muchacho en los columpios. Y por supuesto tampoco la escena final del ayudante, cómo muere, después de toda una vida de dedicación, una vez ha dejado de ser útil, como alimento de su propio "amor". Tampoco olvidar el carácter de este ayudante, débil, dependiente, huraño... un Oskar con unos años de más, ya exhausto.
La ambigüedad de la relación es para mí el gran éxito de esta película. Y es que es la ambigüedad misma de la vida amorosa. Uno asiste con estupor, con la fría razón, a este proceso de sustitución de uno por otro pero no puede dejar de apreciar las miradas y los abrazos que se propinan los dos chavales, en este momento de la misma edad, la verdadera ternura que emana de ellos. Porque en realidad se quieren, a su manera. La escena final, la de la piscina, cómo le mira ella, qué seductora, y luego con qué cariño se hablan en el tren, a través de la caja, es algo tan real y verdadero como los motivos de ella para procurarse a Oskar.
Es decir que me quedo a mitad de camino entre la historia de amor y la de la conversión del chico en esclavo de la vampiresa. No pudiendo olvidar que Déjame entrar, su mismo título, ya suena a declaración de amor de un parásito, pero es que ¿no es acaso el amor un engaño (necesario) que la naturaleza nos impone para sobrevivir?
Por el otro a la vampiresa, una muchacha de doce años dotada de una mirada inmensamente erótica y asustada. No es tan retorcido pensar mientras se ve la película que el ayudante (algo decrépito ya) que va con la chica fue en su día un joven Oskar. La vampiresa no puede sobrevivir sin un esbirro humano que la asista y la proteja durante el día, así que previendo que su humano está en las últimas va buscándose un recambio, Oskar es un humano perfecto para este propósito.
Cómo olvidar la escena en la que el viejo ayudante mira por la ventana y adivina que su vampiresa, su antigua amada, su ama, está empezando a buscarse a otro; y luego más tarde cuando la pide en la cocina, muy celoso, que no vuelva a quedar con ese muchacho en los columpios. Y por supuesto tampoco la escena final del ayudante, cómo muere, después de toda una vida de dedicación, una vez ha dejado de ser útil, como alimento de su propio "amor". Tampoco olvidar el carácter de este ayudante, débil, dependiente, huraño... un Oskar con unos años de más, ya exhausto.
La ambigüedad de la relación es para mí el gran éxito de esta película. Y es que es la ambigüedad misma de la vida amorosa. Uno asiste con estupor, con la fría razón, a este proceso de sustitución de uno por otro pero no puede dejar de apreciar las miradas y los abrazos que se propinan los dos chavales, en este momento de la misma edad, la verdadera ternura que emana de ellos. Porque en realidad se quieren, a su manera. La escena final, la de la piscina, cómo le mira ella, qué seductora, y luego con qué cariño se hablan en el tren, a través de la caja, es algo tan real y verdadero como los motivos de ella para procurarse a Oskar.
Es decir que me quedo a mitad de camino entre la historia de amor y la de la conversión del chico en esclavo de la vampiresa. No pudiendo olvidar que Déjame entrar, su mismo título, ya suena a declaración de amor de un parásito, pero es que ¿no es acaso el amor un engaño (necesario) que la naturaleza nos impone para sobrevivir?