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Voto de 12345:
9
7,0
16.873
Romance. Drama
Nueva York, año 1870. Newland Archer (Daniel Day-Lewis), un caballero de la alta sociedad neoyorquina, está prometido con May Welland (Winona Ryder), una joven de su misma clase social. Pero sus sentimientos cambian cuando conoce a la poco convencional prima de May, la condesa Olenska (Michelle Pfeiffer). Desde el principio, defenderá la difícil posición de la condesa, cuya separación de un marido autoritario la ha convertido en una ... [+]
4 de julio de 2020
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable película de Scorsese. Notables interpretaciones. Notable ambientación, puesta en escena, dirección. Trata el típico asunto del amor imposible por los convencionalismos sociales. Trata de cómo nacemos literalmente atrapados en una sociedad de cuyos códigos difícilmente podemos escapar. Trata en concreto de la estructura de la sociedad heteropatriarcal, cuya fina tela de araña es tejida con sutiles y femeninas artes precisamente para proteger a las mujeres de los caprichos masculinos. Trata, en definitiva, del molde con que la civilización, la vida bien, nos troquela, sosteniéndonos en un sofisticado presente lleno de fruslerías que no solo nos hacen la vida más fácil sino que nos definen, diciéndonos quienes somos a través de símbolos comunes, siendo reconocibles a costa eso sí de tener que cumplir con las reglas del grupo. Hay muchos primeros planos de los objetos que definen a las personas, mucho más que sus pensamientos o sus sentimientos, que están todos amoldados a lo políticamente correcto de la época. He leído mucho aquí sobre la rigidez moral de la alta sociedad del s.XIX, pero que no se engañe nadie no. La sociedad reflejada aquí confía tanto en la conveniencia de sus códigos como nosotros en los nuestros. Somos todos, siempre, figurantes, somos siempre una imprimación sobre el fondo en el que nacemos. Y no hay escapatoria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Winona Rider no creo que sea una manipuladora camuflada de cordero, como he leído por aquí. Creo que juega con honradez el juego para el que ella ha sido educada. No hay hipocresía. No hay mala conciencia en ella. Solo la más pura inocencia de quien hace lo que tiene que hacer. Incluso Daniel Day-Lewis, que es más inteligente y tiene mayores inquietudes, al principio de la película se siente cómodo en su papel de prometido. Está haciendo lo que debe. Aparece Michelle Pfeiffer, que viene de otra sociedad, que no termina de encajar en esta, y que se permite gastar bromas sobre las costumbres que encuentra en Nueva York, sobre lo aburrido de tal noble, sobre lo absurdo de algún convencionalismo, es extranjera. El encanto, el aire fresco, la gracia y la exótica belleza de esta perspectiva exterior seducen a Daniel Day-Lewis. Finalmente no se atreverá a dejar el suelo firme que siempre ha conocido, pero ya ha quedado incapacitado para volver a la naturalidad del personaje tal como es al inicio. No volverá a la edad de la inocencia porque ya no podrá nunca volver a jugar el juego desde dentro.
Señores, la sociedad precisa de esta hipocresía para funcionar, adora los bordaditos, bibelots, vajillas y conversaciones enlatadas, los iphones y los lemas comunes son necesarios para la formación y sostén de una sociedad. La hipocresía tiene un valor positivo visto desde dentro, porque una sociedad no puede sobrevivir sin convenciones necesariamente artificiales, y solo nos parece corruptora y limitante de la libertad individual (negativa) cuando juzgamos sus códigos desde el exterior.
La imposibilidad del amor entre los protagonistas, la voz en off, el desarrollo completo, lento, del arco narrativo que les lleva a conocerse, irse enamorando, resistirse, volver, demorándose en elipsis y en momentos clave de su relación siempre insatisfecha, en los que ambos quedan paralizados de impotencia ante la incapacidad de decidir, y llevado finalmente hasta un salto de 25 años (y es que, qué rápido pasa la vida una vez nos resignamos, señores) da a la película un ritmo quizá de novela decimonónica que no agrade a todo el mundo. A pesar de todo cinematográficamente funciona la narración, la dirección, la fotografía y el montaje.
El resultado es una de las mejores películas de este género.
Señores, la sociedad precisa de esta hipocresía para funcionar, adora los bordaditos, bibelots, vajillas y conversaciones enlatadas, los iphones y los lemas comunes son necesarios para la formación y sostén de una sociedad. La hipocresía tiene un valor positivo visto desde dentro, porque una sociedad no puede sobrevivir sin convenciones necesariamente artificiales, y solo nos parece corruptora y limitante de la libertad individual (negativa) cuando juzgamos sus códigos desde el exterior.
La imposibilidad del amor entre los protagonistas, la voz en off, el desarrollo completo, lento, del arco narrativo que les lleva a conocerse, irse enamorando, resistirse, volver, demorándose en elipsis y en momentos clave de su relación siempre insatisfecha, en los que ambos quedan paralizados de impotencia ante la incapacidad de decidir, y llevado finalmente hasta un salto de 25 años (y es que, qué rápido pasa la vida una vez nos resignamos, señores) da a la película un ritmo quizá de novela decimonónica que no agrade a todo el mundo. A pesar de todo cinematográficamente funciona la narración, la dirección, la fotografía y el montaje.
El resultado es una de las mejores películas de este género.