Sin duda, una obra que hay que valorar desde muchos puntos de vista. Tras haber leído críticas excepcionales, he de decir que impresiona la interpretación, la despedida del mundo artístico y del que todos habitamos, de un actor tremendo, aquí en estado de gracia. A partir de ahí, la película se enreda en una serie de discusiones metafísicas sobre la vida, lo que hay más allá, lo que nos queda después de vivir, el recuerdo de lo vivido, la asunción de la vejez, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Nada menos. Todo eso embutido en hora y media y con apariciones como las de David Lynch (enigmática su historia con el galápago o tortuga que tiene de mascosta) o Ron Livingston, se hace, sinceramente y a mi entender, algo difícil de digerir. Además, se nota, y mucho, que el director es un Lynch y además uno primerizo, con lo cual la película pretende ir mucho más allá de donde llega. Y ya les digo yo que el trecho entre la intención y lo que nos queda es bastante grande. Con todo, es un film interesante que quizás o hubiera sido menos si no fuera la despedida magnífica y casi en directo de un actor también magnífico.