Hablar de películas míticas, fundacionales, pioneras y otros calificativos no significa que todas ellas sean obras maestras. Muchas son excepcionales en el contexto en que se crearon o bien por lo que significaron en ese momento como referencia de un nuevo cine.

Este es el caso, exactamente, de esta película en la que Godard marca el inicio de la Nouvelle Vague reivindicando una nueva forma de contar historias: cámara en mano, naturalidad, giros narrativos nuevos y disruptivos. Todo esto se une a una pareja protagonista perfecta, una Belmondo que se hace mito con este papel y una Seberg maravillosa, perfecta, insustituible.

Además la historia de "amour fou", sin dejar de ser cine negro, es también una historia de amor, además de un thriller ciertamente estilizado.

Sin duda, para valorarla en su justa medida hay que pensar que se realizó hace más de sesenta años, un soplo de aire fresco en el cine europeo y también mundial, una influencia que se dejó ver en casi todo el cine que la siguió.