Sin duda, estos dos hermanos que llevan plagando de buenas películas el panorama del cine europeo, pueden estar más o menos inspirados, pero lo que no se les puede negar es su compromiso social. Eso nunca, porque siempre dejan un mensaje, una mirada a la sociedad actual, que una y otra vez hace que el espectador se remueva en el asiento y salga con una idea a la que dar vueltas. Aquí, una gran Adèle Haenel nos lleva por los suburbios de una ciudad belga, atendiendo a paciente de clase social baja, nos enseña lo que es una vocación, lo que significa, y, de propina, nos propone una suerte de thriller buscando qué pudo ocurrir en la muerte de una prostituta a la que no pudo, no quiso, no supo auxiliar. Para mí, sin duda, ver una película de los Dardenne es todo menos perder el tiempo. No tan acertados como en la magnífica DOS DÍAS, UNA NOCHE, pero siempre haciendo buen cine.