Un excelente Ethan Hawke da vida a un pastor protestante con un pasado marcado por la pérdida de un hijo, de un matrimonio, de una vida. Su refugio es una iglesia casi sin feligreses, más turística que espiritual, que está a punto de celebrar su 250 aniversario. A partir de ahí, las dudas, los remordimientos, la desolación espiritual y las dudas de este cura nos llegan con nitidez. Hawke está perfecto, transmitiendo a este hombre enfermo de alma y también de cuerpo. Amanda Siyfried también está bien, como casi siempre, encarnando a una joven viuda embarazada, pero la relación entre ambos no se explica, no le llega al espectador. El tema del terrorismo, del miedo al cambio climático, la crítica a las empresas que priorizan su enriquecimiento ante el daño que hacen al planeta, se entiende todavía menos, esa preocupación del pastor sobre el tema del cambio climático distrae sobre sus dudas y sus problemas. No se sabe dónde quiere ir a parar Schrader. Una película interesante pero demasiado voluble en sus objetivos, despista, no se sabe bien a qué atenerse. El final es potente pero carece de significado, lo que no ayuda a concretar bien qué se nos quiere decir.