Egoyan, que un día fue el niño terrible del cine independiente, hace ya años que es un director de los que se sabe bien su oficio y explota ese difuso género que es el thriller o el drama con toques de intriga. En cualquier caso, desde EL DULCE PORVENIR, no he visto una película suya redonda. Sí hay que reconocerle el saber contar historias malsanas, con personajes difusos, que hacen que el espectador oscile entre la duda de si ese personajes es quien parece ser o solo es un turbio personaje más de esos que pueblan los films del canadiense. Aquí, ajustar cuentas con el terrible pasado del Holocausto es la razón de ser del personaje principal, un grandísimo Plummer, en un papel difícil por lo que tiene de frágil. La película, bien construida, se ve con facilidad, no cala, eso sí, en la línea de CAUTIVOS o CONDENADOS, busca epatar con un final que, la verdad, sí que es casi redondo. Un poco en la línea de LA CAJA DE MÚSICA, nos hace volver al pasado para pensar si de verdad merece la pena escarbar en él. ¿Merece la pena?