Sin duda estamos ante una especie de apertura de esta casi franquicia de terror que recorre ya décadas de fans, kilómetros de cadáveres y litros y litros de sangre.

Sin estar a la altura de la innovadora película inicial, ya mítica, de Sam Raimi, esta revisión de posesiones infernales está francamente bien, con una dirección escénica capaz de crear un clima malsano en un edificio a punto de ser derruido y con escasos vecinos, pasillos mal iluminados, ascensores que escupen sangre (inevitable no recordar algunas escenas de EL RESPLANDOR, muy evidentes pero que a los locos del cine de terror les gustarán como guiño), actores muy solventes, con Alyssa Sutherland, la poseída número 1, al frente, un guión que no escatima en muertes, despedazamientos, supuraciones, amputaciones y demás, la película supone un disfrute para los amantes del género.

Esperemos que haya más y que sigan esta línea del muy interesante director Lee Cronin. Esto es terror y no gilipolleces de terror elevado y demás zarandajas.