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España España · Las Palmas de Gran Canaria
Voto de Arsenevich:
10
Ciencia ficción. Fantástico Scott Carey (Grant Williams) navega con su mujer en una lancha motora y, mientras ella va a buscar una cerveza, se ve envuelto en una extraña nube. Unos meses después, empieza a notar extraños cambios en su cuerpo: poco a poco va perdiendo peso y altura hasta hacerse casi invisible. A partir de entonces, su vida será una pesadilla, una lucha constante por la supervivencia, en la que lo cotidiano (un gato, una araña) representa para él ... [+]
4 de enero de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda mucho más que una película de serie B de ciencia ficción, «El increíble hombre menguante» se vuelve más inabarcable a nivel metafísico conforme va empequeñeciendo a su sufrido protagonista. Sus logros van más allá de sus proezas visuales, realmente meritorias, y de su estructura narrativa, absolutamente atrapante y desasosegante. Se trata de algo más, de un traslado de la mente del espectador a terrenos especulativos respecto al universo y a la realidad del ser humano, planteando una visión cósmica casi lovecraftiana. Además de todo esto, hay que decir que es cine en estado puro, condensado y sublimado en su esencia fantástica hacia el precepto fundamental de las historias de ciencia ficción, la eterna pregunta de «¿Qué pasaría si…?».

La película plantea un dilema primario acerca de la hostilidad del entorno y de cómo esta adquiere relevancia ante el cambio de perspectiva. El agua que pierde un calentador puede significar para un ser humano normal un problema minúsculo, algo que le lleva a mojarse un poco los zapatos y a desatascar la rejilla de un desagüe para evitar que se inunde el sótano. Pero ¿qué magnitud adquiere la misma contingencia si nuestro tamaño corporal no excede los cuatro centímetros de altura? Así, meros incidentes domésticos se convierten en verdaderas catástrofes para el protagonista, y cada nuevo pequeño accidente deviene en un envite por la supervivencia. Los elementos naturales como el gato, la araña y el pájaro también ilustran de forma perspicua la realidad antropológica del ser humano según la perspectiva y la capacidad sin fin de la especie para adaptarse al entorno. El protagonista, famélico y desesperado, hará uso de la inteligencia humana para fabricarse utensilios y armas que le permitan obtener alimentos. No tardará en encontrar una fuente de agua y un escondrijo donde refugiarse. Se trata, al fin y al cabo, de la cronología de la evolución humana trasladada a un argumento de ciencia ficción convincente y apasionante.

Es notable la empatía que el espectador llega a sentir por el personaje, especialmente debido a que el animal de supervivencia en el que se convierte proviene de algo muy cercano a nosotros mismos. Por un lado, la aburrida y monótona vida de un pequeñoburgués de ciudad, algo que culturalmente tenemos ya muy incorporado; por otro, un ser que se vuelve todo instinto ante su desesperada situación, algo de lo que no somos del todo conscientes pero que está muy dentro nuestro. Todo ello genera una proximidad entre personaje y espectador que hace que las desventuras que le vemos experimentar nos resulten muy cercanas.

Párrafo aparte merecen los espectaculares efectos especiales de los que se vale la película para ilustrar el inusitado trastorno genético que sufre el protagonista. Desde su adaptabilidad a la casa de muñecas hasta su huida desesperada de las garras del gato, desde su peripecia por hacerse con un trozo de queso en la ratonera hasta la contemplación de la libertad del pájaro, pasando por el espectacular encendido de la cerilla (de una calidad técnica y una precisión admirables), el aspecto visual de la película está contagiado de ese aire de autenticidad que empapa a toda la trama. Aunque la historia sea demencial, seguramente el fruto de una pesadilla de Matheson, está contada con una convicción y una sinceridad formal que la vuelven muy verosímil.

Por si fuera poco, y como decía al principio, la película no sólo atrapa y apasiona, sino que invita a la reflexión. ¿Qué diferencia puede haber para la inmensidad del cosmos en que nuestro tamaño sea de un metro ochenta y cinco o de cinco milímetros? ¿Realmente somos algo más que una mota de polvo en comparación con el vasto universo? ¿Qué representa para nosotros un insecto y, sobre todo, qué representamos nosotros para él? Las últimas palabras del protagonista, las que cierran la película, resultan emotivas y componen un verdadero canto a la supervivencia, esa convicción final de que somos algo, una existencia insignificante y finita, pero algo al fin y al cabo, mientras permanezca activa aunque sólo sea una molécula de nuestra esencia. Es ese átomo, ese corpúsculo final lo que en definitiva nos otorga la trascendencia y lo que, a fin de cuentas, nos permite acceder desde lo infinitesimal hasta lo infinito.
Arsenevich
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