No era una película fácil de llevar a cabo. Mátalos Suavemente está basada en la novela homónima de George V. Higgins en 1974 es aún después de casi 40 años, pura actualidad que duele en el alma.

Novela escrita sobre diálogo no existe apenas descripción sobre la que asentarse, y así lo decide el novato Adrew Dominik que erige una película de algo más de 100 minutos de duración en diálogos que nos permiten descubrir como son interiormente los personajes y desarrollarlo de una manera magistral. Sin embargo, la trama es simple y predecible como muchos han remarcado, pero no creo que sea algo que echarle en cara.

Mátalos Suavemente se sustenta en la realidad más cruda que puedes vivir, una realidad que nos rodea y absorbe y que aun así, muchos negamos. Se convierte así en un retrato de lujo de una sociedad corrompida y hundida en una crisis fatal que en muchas ocasiones sirve para que las personas ejecutemos un plan descabellado para tratar de mejorar nuestra situación y que en ínfimas ocasiones podríamos salir victoriosos, ya que por supuesto, la realidad nos aplasta contra el suelo y nos dispara con una maldita recortada en la cara, y nada podemos hacer para evitarlo.

La metáfora entonces está hecha. Dos pringados asaltan una timba de poker de la mafia, sustentándose en un plan que si bien no es una maravilla, si les permitía un buen margen de éxito. Pero ya hemos dicho que el éxito no está asegurado. Aquí entre la realidad, interpretada por Brad Pitt y representada por Jack Cogan, un sicario contratado por la mafia que ha sido robada para acabar con la vida de los ladrones.

Podemos encontrarnos con auténticos portentos de la actuación como el mismo Brad Pitt, que de nuevo demuestra que es un actor de entre los más grandes de la historia construyéndose un personaje difícil y haciendo suya la cinta. Richard Jenkins y Ray Liotta increibles en sus papeles. Pero James Gandolfini es algo aparte, en dos escenas que tiene, de puro diálogo, primeros planos y escenas largas podemos discernir con totalidad su personaje, le conocemos, nos llega y provoca muchas sensaciones, un verdadero papelón el suyo.

Incrustar discursos de Obama y Mcain a lo largo de la película se usan como cohesión del montaje que junto a las escenas en las que se encuentran, nos ponen los pies en la tierra. Los silencios interminables e impecablemente usados electrifican una tensión más que visible, y el uso de la cámara lenta y la innovación de ciertos planos hacen de esta película cierto punto de novedad.

Para enmarcar el discurso final de Brad Pitt.