Tan importante para la paz y la felicidad del hombre es aprender a coger solo aquello que le pertenece, como aprender a decir las cosas de tal manera que no ofenda, no humille y no lo pongan a él mismo en ridículo. Tan relevante para el progreso de una sociedad es acercarse a la verdad de las cosas, como el saber escuchar para poder acertar en nuestro trato con las demás personas.

Por no prestar atención a lo que nos dicen los mayores, desde niños nos ganamos regaños, castigos y malos tratos, cometemos toda suerte de errores e improcedencias y, en ocasiones, arruinamos nuestra vida o la de alguien más. Por no atender a lo que otro exactamente dice, en la adolescencia malinterpretamos, especulamos, suponemos, nos ofendemos y agredimos. Y ya mayorcitos -por creer que nos las sabemos todas- no tenemos oídos para nadie, y entonces desconocemos, ignoramos, nos volvemos tercos… y terminamos perdiendo el afecto de aquellos seres que, contra todo, son los que más amamos.

¿Por qué está película la titularon “BABEL”? Es la primera pregunta que uno puede hacerse y de inmediato se nos viene a la memoria la famosa Torre de Babel que, en realidad, se llamaba Etemenanki y que es citada en el capítulo 11 del Génesis como un iluso intento de los hombres de llegar hasta el cielo mediante una torre material y por esto, el Señor, decidió confundir sus idiomas para que no pudieran entenderse entre ellos, se dispersaran por el mundo y desistieran de su locura. En hebreo, babel significa confusión.

Como una proyección de “Amores perros”, en “BABEL”, que también parte de un guión de Guillermo Arriaga sobre historias suyas y del director Alejandro González Iñárritu, la interconexión humana vuelve a tener lugar, pero ya no desde lo local sino a nivel internacional con personajes que se encuentran en Marruecos, en México, en Túnez y en Japón. Los elementos comunes son la improcedencia y el no escuchar, y en el caso de Chieko Wataya, la joven hipoacúsica, es la limitación física la que la hace sentirse distinta y rechazada por casi todos.

Conmueve la historia de los pequeños hermanos marroquíes que prueban un fusil sin medir las consecuencias. Menos interesante, curiosamente, es la historia interpretada por las únicas dos estrellas internacionales que tiene la película (Brad Pitt y Cate Blanchett) quienes hacen de turistas estadounidenses en Marruecos. Impacta la historia de la empleada mexicana que, con los dos niños que tiene a cargo, decide asistir a la boda de su hijo sin solicitar el permiso de los padres ausentes. Y nos llega al alma la difícil situación de aquella estudiante japonesa que, muerta su madre y con un padre ausente, ansía un poco de amor hasta el punto de que ya no importa con quien ni dónde.

De nuevo, un montaje muy eficaz con sutiles detalles que conectan las historias hasta convertirlas prácticamente en un solo tronco narrativo con varias ramificaciones. La sociedad humana luce en pleno con sus aciertos y desaciertos. Hay espacio para el miedo por especulación, para el amor que protege y para la ligereza que daña. Vemos que la confusión y la suposición se expanden a gusto por el mundo entero... y un puñado de palpitantes personajes, nos harán sentir un buen acervo de emociones.

Alejandro González Iñárritu sigue demostrando que es un magnífico contador de historias.