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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Thriller. Terror. Drama Jeff, un fotógrafo de 32 años, queda con Hayley, una adolescente de 14 años a la que ha conocido a través de Internet. Después de tomar un café, la lleva a su casa con el propósito de hacerle unas fotos... (FILMAFFINITY)
23 de agosto de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pedofilia es un problema profundamente serio que está destruyendo la vida de millones de niños en el mundo entero. Pero es hora de decir, que no se está enfrentando de la manera responsable, profunda y objetiva que se mereciera. Entre los principales países difusores de pornografía infantil, se hace todavía muy poco para encarar un problema que ya alcanza niveles de epidemia, más grave que el sida y el ébola juntos, porque son millones de niños los que se están llevando a la prostitución, se están asesinando física o moralmente, o se les está dejando con traumas irreversibles y depresiones agudas, de las cuales, el pésimo manejo que asumen los adultos revictimizadores (padres, amigos, jueces…) es una de las principales causales.

Se pretende atrapar al águila haciéndole un disparo a la figura que se refleja en el lago… y por mandar cada día a la cárcel a unas cuantas personas (a las que quizás se arruine moral y socialmente) por haber incurrido en abusos de "moderada relevancia" –muchas más de las que se consigue condenar por explotación sexual o por consumadas violaciones-, se nos hace creer que se le está poniendo el pecho al problema y que se está haciendo justicia. ¡Alpiste pa' los pájaros! Porque no nos tomaría por sorpresa si un día se hiciese público, que es éste otro negocio en el que también participan unos cuantos detentores de poder. ¿Qué se ha hecho, por ejemplo, para acabar con el celibato, raíz y esencia de millones de pederastas en todo el mundo?

Y ahora, de ñapa nos llegan películas como “HARD CANDY” (término que alude a una niña con cara de ángel y mente perversa), cuya propuesta muy bien decorada sin duda, asume ¡tres siglos después! en versión libre, pero muy cercana, el antiguo y rancio cuento de Caperucita roja que nos difundieran, desde el siglo XVII, Jacques Perrault, y luego en el XIX, Jakob y Wilhelm Grimm, con pequeños cambios entre las víctimas del lobo (violador) pero con el mismo objetivo: la cruel venganza… y para decirnos que los niños no deben hablar con desconocidos y que la vida en la ciudad es segura y en el campo muy peligrosa. Cosas ambas a las que bien les caben unas cuantas observaciones.

Ellen Page -con 18 años al momento de hacer esta película, en la que representa a una niña de 14- nos brinda una sorprendente interpretación llena de matices y logrando un cambio de personalidad que convence e impacta, ya que es un sentir que consigue aflorar desde el interior, al tiempo que lo complementa con sus terribles acciones. Hasta llegar al fatal y perverso momento en que, Hayley, decide hacer las veces de cirujano, el filme marcha de maravilla y nos da la impresión de estar ante un alegato muy serio y maduro contra el penoso problema del maltrato infantil… pero al director lo seduce el afán de $en$acionali$mo y el cuento se convierte en otraaaaa de las deplorables venganzas que el peor cine nos trae a diario, donde siempre queda un sinsabor en la boca, porque nunca se está seguro de si realmente se hizo justicia… Y algo muy dentro nos dice que no ha sido exactamente así.

Como el acusado sin juicio justo -el fotógrafo de modelos Jeff Kohlver-, el actor Patrick Wilson, logra otro de los aciertos de esta película, dejando plantado un personaje ambiguo que va dando, en cada escena, algo nuevo que pensar. (Aludiré aquí a escenas claves) ¿Y qué tal que hubiera sido uno de aquellos reos que, ante las torturas, terminan aceptando las inculpaciones con tal de acabar con sus tormentos?

¿Qué queda al final? Una psicópata Caperucita roja, con un horizonte bastante oscuro, que con su ser ensombrece al mundo y que en nada, ¡absolutamente en nada!, favorece la armonía de la sociedad. Y así no debe ser.

Título para Latinoamérica: “HARD CANDY. NIÑA MALA”
Luis Guillermo Cardona
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