“La tengo bajo control”, “Yo la dejo cuando me dé la gana”, “Es solo para pasar el rato”, y muchas otras frases de este estilo, solemos escuchar de jóvenes (hombres y mujeres) que han comenzado a caer en la trampa de la drogadicción, drogodependencia o toxicomanía, como suele llamarse al consumo frecuente e irresistible de psicoactivos. Lo que ignoran o presumen de dominar estas nuevas víctimas, es que muchas de estas sustancias consiguen vencer nuestra capacidad de control, doblegan por completo al individuo, y prácticamente, lo obligan a seguir consumiendo como un reclamo urgente del organismo… y la consecuencia final, es la ruina moral, física y económica, y el abandono definitivo de la integridad personal. Con sufrimiento y severas crisis, la droga te arrastra hasta hacerte tocar fondo exigiéndote que reclames ayuda médica... o definitivamente te mata, en las condiciones más degradantes y con mucho dolor personal y familiar a cuestas.

Lo más lamentable es que, muchísimos casos de drogodependencia, los causan los mismos médicos a los que la gente consulta por hipertensión, diabetes, depresiones, problemas cardíacos… o en busca de fórmulas para adelgazar. A todos ellos, los ponen a tomar drogas de por vida, causándoles dependencia física en los casos en que se recetan anfetaminas y otros fármacos que contienen psicoactivos o dependencia psicológica por la fe que se deposita en un médico cuya ética y profesionalismo, se da por supuesto, que son muy altos.

Con “RÉQUIEM POR UN SUEÑO”, el director Darren Aronofsky, ha hecho una fiel, elocuente y definitiva recreación de estas problemáticas, que debería ser de análisis obligatorio en las instituciones educativas (y vista por los gobiernos), porque, no obstante que parte de “una historia de ficción” recreada por actores del más alto profesionalismo, registra de manera auténtica y hondamente realista, los incidentes y fenómenos que suelen darse en un proceso de drogadicción auto-causado o sugerido por los “profesionales de la salud”.

Para más, el filme está hecho con un virtuosismo y una creatividad estética, que no dudamos en calificarlo de obra maestra. Composición de imágenes, iluminación, edición, efectos de sonido, maquillaje, diálogos… todo ha sido cuidado como si, Aronofsky, hubiera sido llamado a poner el dedo en la llaga de unas problemáticas que están arruinando la vida de millones de seres humanos en todo el mundo y que no se han derrotado porque, muchos de los que las sostienen, están penosa e impunemente, entre los que, se supone, que están llamados a combatirlas.

Ganadora del premio Oscar por “Alicia ya no vive aquí”, y nominada en cinco ocasiones (por “El exorcista”, “La última película” y entre otras, “RÉQUIEM POR UN SUEÑO), Ellen Burstyn nos da aquí una clase de actuación inobjetable, impactante y magnífica… de esas que se quedan guardadas para siempre en la memoria. Y los jóvenes, Jennifer Connelly, Jared Leto y Marlon Wayans, recrean con gran verosimilitud a esos muchachos de padres presentes-ausentes que, guiando sus vidas sin amables espejos y sin afecto constante, son de las presas más fáciles que pueden caer en las garras del vicio y la degradación.

El magnífico guión, es de Hubert Selby Jr. y Darren Aronofsky, tomando como base la novela homónima que Selby (autor también de la magnífica “Last exit to Brooklyn”, llevada al cine por Ulrich Edel) escribiera en 1978, y aunque la acredita como una historia de ficción, mucho sabía Selby de lo que contaba, pues él mismo fue víctima de la adicción, ya que, por sus trastornos depresivos los médicos le recetaban heroína y tranquilizantes.

Estamos ante un filme magistral y altamente recomendable.