Definitivamente, lo que da significado a la vida no es complacer al ego, es satisfacer el alma. Quizás, no sea el triunfo en el fragor de la batalla, ni la medalla tras la transpiración en la competencia, lo que nos haga sentir plenos... y probablemente, sea la voz dulce de una mujer y la suavidad de su piel al roce con la nuestra, lo que nos haga sentir la más inmensa dicha.

“Fui triunfador en todas las batallas, pero no sé si realmente gané”, se pregunta, Robin Hood, mientras habla con su amada Marian, tras 18 largos años de haberse separado para irse a pelear en las cruzadas al lado de Ricardo Corazón de León, ese rey cruel para quien, matar niños y mujeres musulmanes, y abrirlos para comprobar si tragaron oro, era un ritual que asumía con total frescura.

El reencuentro con Marian, convertida en la madre Jennet, abadesa de un humilde refugio donde se cura a los enfermos y se siembra la tierra para calmar el hambre, se colma de nostalgia y de esperanzas nuevas. Volver a ver a aquella mujer con esa belleza que no diluyen los años y con un carácter que se afirma día a día, significa, para Robin, un oasis que lo aleja del esfuerzo vano y de la lucha infame, y lo devuelve al amor de su vida y a su remanso de paz. Pero, el injusto rey Juan sigue en el poder, y el alguacil de Nottingham está persiguiendo a su amada, así que, no hay más remedio que prepararse para la última batalla.

Richard Lester, atina por fin con un filme romántico y pletórico de añoranza -escrito por James Goldman- donde, dos personajes que sienten el paso del tiempo, tienen la dulce oportunidad del reencuentro y están dispuestos, ahora, a alcanzar juntos la eternidad. Son un poco como, Abelardo y Eloísa, y su amor también parece imposible, pero, una declaración de amor, bella y sin límite, quizás ponga el sello de eternidad a aquel sincero romance.

Unas modestísimas locaciones, una fotografía sin artilugios, y una sutil partitura del siempre atinado John Barry, sirven de marco a una historia que se defiende por la fuerza del amor latente en ella; por la firme y transparente amistad que se da entre Robin y su eterno, Little John; y por la significativa dignidad que reluce en el enfrentamiento entre, Robin Hood, y su archienemigo, el alguacil de Nottingham.

Sean Connery, Audrey Hepburn, Robert Shaw y Nicol Williamson, intachables en sus caracterizaciones, cargan con todo el peso de la historia y logran que ésta se mantenga en alto con una fuerte dosis de emotivos sentimientos.

<<ROBIN Y MARIAN>>, es un filme que llegará muy bien a los corazones románticos.