“En los últimos 49 años, en los EEUU, las turbas han linchado a 6.010 seres humanos, colgándolos, quemándolos, mutilándolos… Esto significa un linchamiento casi cada tres días. De los miles que forman las turbas, sólo 705 fueron apenas juzgados porque sus, supuestamente civilizadas comunidades, se han negado a identificarlos en los juicios, haciéndose así responsables ante Dios como sus linchadores”.

Estas palabras del fiscal de “FURIA”, resuenan en nuestros oídos como otra de las atroces infamias que hacen ya parte de la historia de la humanidad y, en particular, de los Estados Unidos de Norteamérica. Curiosamente, después de rechazar los primeros guiones que, el director Fritz Lang, presentó a los Estudios a su llegada a este continente -argumentando siempre que había alguien que podía ofenderse-, éste, que dejaba muy mal parado al sistema judicial estadounidense, le fue aceptado de inmediato por la MGM.

Tras haber leído acerca del linchamiento de un negro cerca de San Francisco, a Fritz Lang le hirvió la sangre de nuevo, y partiendo de una historia de Norman Krasna, en colaboración con Barlett Cormack, se dispuso a desarrollar esta trama “ficticia”, que cuenta como un hombre de vida intachable, Joe Wilson, enamorado y con planes de matrimonio, resulta absurdamente acusado de presunta participación en el secuestro de una niña.

En aquel pueblo, llamado Strand, la gente reunida en un bar se agita afectada por el hecho... y de repente, decide tomar justicia por su mano. Lang recrea, entonces, un intenso drama donde, el lado oscuro de la esencia humana se manifiesta aún en aquellos que parecía imposible, pero, en su camino, quizás salgan a flote algunos criterios de justicia profundamente equilibrados.

Fritz Lang, no fue un simple director de cine, su lucidez y su inmenso valor como ser humano, se manifestó siempre dentro y fuera de la pantalla; y da lo mismo que lo leas en una entrevista, que te acerques a sus guiones y escritos, o que veas su excelente filmografía, cualquiera que sea el caso, verás brillar a un hombre de una claridad ejemplar y digno de toda admiración.

Con su rol de Joseph Wilson, Spencer Tracy, obtuvo su primer gran éxito internacional, y desde entonces, su carrera se encumbró hasta convertirse en uno de los más grandes dentro del cine hollywoodense.

“FURIA”, que sigue la línea de “M” -otra gran obra de Lang-, funciona magníficamente como alegato contra los horribles linchamientos sin previo juicio y sin compasión alguna. Se aviene con quienes vemos la venganza como una necia decisión de mostrarse tal para cual con los iniciales agresores. Y es una demostración, clara y contundente de que, únicamente el perdón y la reconciliación, consiguen hacernos grandes.

El profundo significado que tuvo, “FURIA”, como obra cinematográfica, haría más que meritoria la estabilidad que, desde entonces, consiguió Fritz Lang en la Meca del cine.