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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Intriga. Thriller Richard Hannay está en un music-hall londinense. De repente, suena un disparo y comienza una pelea. En medio del tumulto, una chica asustada le pregunta si puede ir con él. Richard accede y la lleva a su apartamento... (FILMAFFINITY)
4 de enero de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras haber pasado parte de la noche en un espectáculo de variedades en el que, entre otros números, el más interesante fue sin duda el de Mr. Memory, un hombre cuya cabeza está tan llena de datos que le pueden preguntar sobre cualquier cosa, excepto ¿Cómo se reproducen los pájaros?, Richard Hannay -de quien solo sabremos que vino de Canadá a pasar unos meses-, termina en su apartamento acompañado de una misteriosa mujer que parece metida en un gran embrollo. Y pronto, nuestro hombre resultará perseguido como otro falso culpable y al mismo tiempo por la policía y por una oscura pandilla de una red de espionaje que dirige un hombre al que, según se dice, le falta la primera falange del dedo meñique de su mano derecha.

¿Qué significan “los 39 escalones”? ¿Cuál es la información que estos espías pretenden venderle a una potencia extranjera? ¿Cómo lo harán?... es la suerte de preguntas que los espectadores comenzamos a agitar en la cabeza… y mientras tanto, el director Alfred Hitchcock, experto en los llamados McGuffin, está profundamente centrado en que, cada encuentro del acosado protagonista, tenga un gran sentido humano y un toque de calidez y buen humor, que pueda resultar inolvidable. Por eso, en contra de sus propias “humildes” palabras que, emulando a Samuel Goldwyn, lo llevaron a repetir varias veces que, en las películas no importaba el mensaje y que “estos hay que dejárselos a los carteros”, todos sus filmes -y “LOS 39 ESCALONES” no es la excepción-, están plagados de sensibles reflexiones, pues, donde haya una historia hay una razón de ser y, ésta, es un mensaje. Hay que tenerlo claro: La no comunicación no existe; toda actitud es un mensaje.

En este singular cuento de espías, lo que deja huella no tiene nada que ver con el complot supuestamente planteado, sino con aquellos momentos en los que Hannay se encuentra con magníficos seres humanos (en este caso, serán mujeres) que no tardarán en mostrar la bondad de sus corazones, dándonos un mensaje de comprensión, solidaridad y grandeza humana, que nos reconcilia con su valía, y al mismo tiempo, con la sociedad.

Hitchcock resulta aquí muy atinado en la construcción de escenas, pues, con magníficas actuaciones y con un guión de gran solidez (libremente basado en la novela homónima de John Buchan), consigue que, en cada situación, alguien aflore un montón de encanto, de buenos sentimientos y/o de entendimiento humano que, al punto, termina despertando nuestra simpatía… o sensibilizándonos desde el fondo de nuestra alma.

Memorable, Robert Donat, con esos arcos de los ojos curiosamente sombreados (¿Para resaltar su expresión?), mientras la vida lo pone al lado de maravillosos ángeles femeninos que buscarán salvarle de los mayores peligros. Exquisita, Madeleine Carroll (Pamela), la mujer que, convencida de que está al lado de un cruel asesino, quizás vea disolverse las nubes con la gradual entrada del astro sol. E inolvidables Peggy Ashcroft, la esposa del campesino oportunista; Helen Haye, la dueña del hotel; y entre otros, Wylie Watson como el inefable Mr. Memory.

En filmes como éste, está el Hitchcock que haría historia.
Luis Guillermo Cardona
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