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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Terror. Thriller Tras una pelea con su socio, un frustrado escultor londinense contempla atónito cómo éste incendia el museo con el fin de cobrar el seguro y poder pagar las deudas. El artista queda inconsciente en medio del fuego, pero sobrevive, aunque con las manos quemadas. Años más tarde reabre el museo en Nueva York. (FILMAFFINITY)
16 de marzo de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo está plagado de falsas promesas… y esto es causal de malestares, desengaños y frustraciones. Los prometedores son seres débiles e inseguros, que, impotentes para decir que no, prefieren quedar bien –ahora, frente al otro- y causar –luego, en su ausencia- cualquier tipo de disgustos. Están también los prometedores de escape (muy comunes entre la clase política). Para librarse de alguien, todo lo que pide prometen concederlo, pero, apenas la persona se retira, dan orden a su secretaria de que ya no vuelva a pasarlo; y hay otro tipo de prometedores: aquellos que siempre quieren salirse con la suya, y cuando lo ven necesario, ofrecen tronos y palacios con tal de recibir un Sí como respuesta.

También, Michael Curtiz, fue víctima de las promesas. Para convencerlo de que fuera a Hollywood, el productor, Harry Warner, le prometió que la primera película que dirigiría sería, “Noah's Ark", un proyecto que el director húngaro acariciaba desde tiempo atrás… pero, tan pronto pisó el Estudio y firmó el contrato, Jack Warner, el mandamás, sin darle explicación alguna le asignó rodar, "The Third Degree", una película de muy bajo presupuesto … y, “El Arca de Noé”, sólo sería su sexta película.

Cuando rodó, <<LOS CRÍMENES DEL MUSEO>>, es probable que, Curtiz, rememorara este viejo incidente. Su personaje, Igor, es un hombre digno, soñador con sus figuras de cera, fascinado con su María Antonieta... y esperanzado ahora con la promesa que de que verá sus obras en la Academia Real… Pero, el destino tiene otros planes para su vida, y 12 años después, Igor viajará desde Inglaterra a los Estados Unidos de Norteamérica, donde procurará reemprender su sueño… sólo que ya, él, no es el mismo y serán otros los recursos de los que conseguirá valerse.

Lo que veo en esta sensible historia escrita por, Don Mullaly, Carl Erikson y Charles Belden, más que un filme de terror, es un drama sobre esas tragedias humanas que dejan a algunos hombres sin posibilidad de reversa, algo así como, “El Fantasma de la Ópera”... y, pretendiendo desvelar los hechos, no las motivaciones humanas, por ahí estará esa desgracia de periodismo cínico y oportunista, que sólo ansía datos sensacionalistas que aumenten el tiraje.

Le debe haber dolido, a Curtiz, esa promesa de incienso que los hermanos Warner a veces le lanzaban, porque, Florence y su jefe, en la trama se salen con la suya, pero, al final no hacen lo que realmente debían. Lionel Atwill, crea un personaje hondamente sentido; una suerte de Pigmalión frustrado quien ve en, Charlotte (la bella y sensual, Fay Wray, quien, con sus eficaces gritos, se ganaría enseguida el mítico rol en, “King Kong”), la materialización de su idealizada heroína, pero luego, prefiere preservar su belleza, inerte, para el disfrute personal y de futuras generaciones.

Glenda Farrell, también logra un revelador y “simpático” personaje, haciendo de Florence Dempsey, la típica periodista, anegada de ligereza y con el suficiente sentido del coqueteo y el oportunismo como para ser ella quien obtenga la primicia. Le gusta el peligro y no hace ascos a una botella de licor cuando ésta se pone en su camino. Su objetivo es bien definido: encontrar el desaparecido cadáver de, Joan Gale, y hallar al culpable de este hecho. Únicamente eso, ¡amarillismo puro!

Curtiz, como puede, le hace honor al personaje porque, contra lo que sucede para satisfacer el afán de condena humana, uno queda con ese sabor a intolerancia donde no cabe para nada el sentimiento de Justicia.
Luis Guillermo Cardona
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