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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Drama Sombrío retrato de la pobreza y el despotismo de la China de los años treinta. El protagonista es el Padre Francis Chisholm (Gregory Peck), un bondadoso misionero de origen escocés. Peck fue nominado al Oscar al mejor actor protagonista. (FILMAFFINITY)
2 de enero de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
También autor de “La ciudadela” y “El jardinero español”, novelas que, en su momento fueran llevadas al cine, Archibald Joseph Cronin, mejor conocido como A. J. Cronin (1896-1981), obtuvo el que es quizás su mayor éxito cuando, en 1941, publicó “Las llaves del reino”, novela que, de nuevo interesaría a los productores de Hollywood por su fuerte carga de humanismo. Por aquellos años, la iglesia católica venía empañando fuertemente su imagen, porque mucha gente comenzaba a relacionar a cura con ogro y a obispo con férreo dogmatismo y/o vida ostentosa y licenciosa y de esto, nos dará fieles demostraciones la película. Pero, al tiempo, con el personaje de Francis Chisholm, un modesto sacerdote de enorme vocación, nos mostrará lo que es ser progresista, de mente abierta y de vocación a toda prueba, con más compromiso con la gente del pueblo que con la institución.

“LA LLAVES DEL REINO” que, con gran soltura y lucidez ha dirigido John M. Stahl, resulta un filme bastante agradable, no obstante que siempre consideraré improcedente esa intromisión de las iglesias en las culturas ajenas que, en general, huele mucho más a deseos de ampliar el negocio que a afanes evangelizadores. Lo que aquí resulta plausible, es esa vida que lleva el sacerdote, al que Stahl tiene la sensatez de no idealizar, pues lo muestra resentido por la falta de agradecimiento (cuando todavía no entiende que, es el que da quien debe dar las gracias); de su boca salen palabras de mordaz crítica contra personas que cree que deben corregirse (como las que deja consignadas en su propio diario dichas a una señora obesa: “Coma menos, porque las puertas del paraíso son estrechas”)… y hasta es capaz de dejar mal parado a su amigo obispo ante colegas de otra religión. Pero, a cambio de esto, veremos a un hombre generoso, humilde y de mente abierta, que cree que “No todos los ateos carecen de Dios” y que “Un cristiano puede ser un buen hombre, pero un confuciano puede tener mejor sentido del humor”.

La historia inicia en 1938, cuando la iglesia de Escocia, su tierra natal, tiene planes de jubilarlo por su récord de irreverencias ante el dogma… y luego se remitirá a 1878, cuando siendo todavía un niño comienza su romance con la preciosa Nora (Peggy Ann Garner - Jane Ball), al tiempo que, ya adulto, la vocación de ser sacerdote, lo impulsa irremisiblemente.

Pero, adicional a este singular ministro de Dios que, cuando le toque ponerse al frente contra el ejército imperial -durante La Guerra Civil China de 1927-, lo hará sin reparo alguno, otro personaje de gran valía es el de la madre María Verónica, personaje al que representa, magníficamente, la austriaca Rosa Stradner, actriz formada en un convento que, por entonces, estaba casada con el co-guionista Joseph L. Mankiewicz, con quien tendría dos hijos, siendo uno de ellos, Tom Mankiewicz, también guionista y director, pero muy, muy lejos del nivel que alcanzara su padre. Lamentablemente, poco después de terminar esta película, donde representa a una monja burguesa que, al lado de su líder espiritual, quizás consiga redimirse, Rosa (Rose en su corta presencia en el cine hollywoodense), entraría en una profunda crisis existencial debida a fracasos profesionales y tropiezos con su marido, llegando a padecer trastornos mentales, depresión aguda e impulsos suicidas, hasta que, luego de varios intentos, una sobredosis de somníferos terminaría con su vida el 27 de septiembre de 1958, cuando solo tenía 45 años. Había aparecido en 13 películas.

Terminaré diciendo que, “LAS LLAVES DEL REINO”, es la suerte de material que convendría que vieran los sacerdotes de todas las iglesias.

El mensaje de Francis Chisholm fue bien preciso: “El bien que podamos… mientras podamos”.
Luis Guillermo Cardona
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