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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama Film en cuatro episodios, más un prólogo y un epílogo. El prólogo presenta imágenes alegóricas del México prehispánico. El episodio "Sandunga" recrea los preparativos de una boda indígena en Tehuantepec. "Fiesta" desarrolla el ritual de la fiesta brava, mientras que "Maguey" escenifica la tragedia de un campesino victimado por rebelarse contra su patrón. "Soldadera" muestra el sacrificio de una mujer revolucionaria. El epílogo, también ... [+]
25 de octubre de 2017
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Animado por el deseo de conocer otras grandes culturas e interesado en saber acerca de los avances del cine sonoro, Sergei M. Eisenstein, viajó a los Estados Unidos de Norteamérica acompañado por sus entrañables colaboradores, Grigori Aleksandrov y el camarógrafo Eduard Tisse. Transcurría el año 1929, y la maestría y la vitalidad narrativa del cineasta ruso, eran ya mundialmente reconocidas con títulos como “La Huelga”, “El Acorazado Potemkin” y “Octubre”.

Durante su estancia en Hollywood, Eisenstein propuso a los productores varios de sus guiones… pero, luego de leerlos, las cabezas giraban de izquierda a derecha temiendo asumir su audacia revolucionaria… y nadie quería comprometer su nombre en un país donde la libertad ha sido un mito.

Por esos días, Eisenstein tuvo un grato encuentro con el escritor Upton Sinclair, cuyas avenencias con las ideas del cineasta ruso estaban profusamente expresadas en sus obras: La metrópolis (1908), Los Beneficios de la Religión (1917), Historia de un Patriota (1920)… obras en las que, entre otras cosas, denuncia los abusos de la gran industria y la explotación de la clase trabajadora, y tras un largo departir, surgiría el compromiso de que, Sinclair, le financiaría un cortometraje sobre la cultura mexicana.

Visitan, entonces, los exuberantes desiertos, los frondosos bosques, los imponentes nevados, los templos de las grandes culturas indígenas, las comunidades más diversas donde conocen sus rituales, sus luchas y esperanzas… y México, con su inmensa riqueza cultural, mantiene abismados a los tres artistas soviéticos que no consiguen sustraerse de su fascinación. ¡Cómo, pues, reducir todo esto a un cortometraje! Eisenstein siente que, todo lo encontrado en aquel grandioso país, da para una y para muchas grandes películas.

También emocionado y sin medir su presupuesto, Upton Sinclair accede a financiar el ambicioso proyecto, y miles de pies de película son filmados… hasta que llega el momento en que la caja se queda vacía, incluido lo que el propio Eisenstein consiguió aportar. Se comienza a buscar, infructuosamente, a nuevos co-productores que ayuden a terminar “¡QUE VIVA MÉXICO!”… y entre tanto, sus visas se van acercando a su fecha de caducidad y los medios más reaccionarios puyan contra su presencia en tierras norteamericanas, presionando, así, para que no se les renueven y tengan que marcharse. Los cineastas se ven abocados a regresar a Moscú y Sinclair se queda con la película, la cual consigue vender a la Paramount para recuperar su inversión.

¡Tristeza daba después, ver el deplorable uso que la productora hizo del valiosísimo material filmado! En descuidados documentales, en insertos para diversos filmes sin trascendencia alguna, en caprichosos montajes que servían de parodias… y con apenas 50 años, a Sergei Eisenstein le llegaría la muerte, el 11 de febrero de 1948, sin haber podido ver terminada su tan anhelada película.

Cuando el único sobreviviente era Grigori Aleksandrov – también Eduard Tisse había muerto en 1961-, consiguió el respaldo del Fondo Cinematográfico Soviético… y entonces se hizo cuanto se pudo para recuperar la mayor parte posible de lo filmado. Siguiendo las notas de Eisenstein, Aleksandrov se encargó del montaje, ¡y el filme por fin salió a la luz!, contado en seis atractivos segmentos.

Contrastes antropológicos, romances campesinos, las contradicciones de la fiesta brava, las injusticias de la dominación patronal, las tragedias pasionales, los cantos a la vida… y hasta una ligera remembranza de la revolución de 1910, quedan como recuerdo de un largo viaje que, para un gran director que se merecía todas las cosas buenas de la vida, trajo muchas satisfacciones… y una imborrable tristeza. Pero, contra todo y como él mismo lo dijera, ¡Que viva México!
Luis Guillermo Cardona
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