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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Drama El pescador Quino (Pedro Armendáriz) y su esposa Juana (María Elena Marqués) son muy pobres y están desesperados porque el médico extranjero del pueblo (Charles Rooner) se niega a atender a su hijo Coyotito, que ha sufrido la picadura de un alacrán. Cuando, inesperadamente, Quino encuentra en el mar una magnífica perla, Juana intuye que el hallazgo sólo les traerá desgracias y trata de convencer a su marido para que la devuelva al mar. ... [+]
16 de abril de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando a cualquier transeúnte se le pregunta ¿Usted qué prefiere: ser pobre o rico? La respuesta exigida repentinamente no se hace esperar: ¡Ser Rico! Suena a verdad de Perogrullo.

Sin embargo, tenida la ocasión de investigar un poco y según hayan sido las experiencias de algunas personas, uno descubre opiniones encontradas que podrían llevar a que la respuesta no sea tan espontánea ni tan decidida.

La Biblia, libro guía de todos los que se dicen católicos, cristianos o judíos, reza de esta manera: “Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de los cielos” (Mateo 19:24). Quienes crean, sin profundizar y a fe plena, en estas palabras, fácilmente pensarán que ser pobre es, entonces, mejor que ser rico.

Pero entonces, aparece un gran pensador, el filósofo Arthur Schopenhauer, quien así escribe: “El dinero es la cosa más importante del mundo. Representa: salud, fuerza, honra, generosidad y belleza. Del mismo modo, la falta de él significa: dolencia, flaqueza, desgracia, maldad y fealdad”. Y esto también suena cierto, inexacto pero cierto.

¿Cuál es, entonces, la verdad?

La riqueza es buena por todo lo que representa y por las oportunidades que ofrece, y vivida con equilibrio y generosidad, hace grandes a las personas que la poseen. Es el hombre el que se hace indigno cuando acude a medios deshonestos para alcanzarla o cuando, al obtenerla, la usa para degradarse, o quizás actúa avariciosamente o de manera mezquina con aquellos que poco o nada tienen.

También la pobreza destruye al hombre cuando, por afán de salir de ella, se vuelve ladrón y criminal; pero lo hace grande cuando éste la asume como escuela para un gran plan futuro, y con dignidad y respeto por los demás, subsiste con esfuerzo, con fe y perseverancia.

Por tanto, ni la riqueza ni la pobreza son malas por sí mismas, son las maneras que asume el hombre para vivir, una u otra, en la luz o en la oscuridad, en forma sucia y corrompida o de manera limpia y generosa.

“LA PERLA”, película dirigida por Emilio Fernández, con un guion de él mismo, coescrito con Jack Wagner y John Steinbeck, autor este último del cuento homónimo publicado en 1947, es una película que, como es común en la obra de este gran escritor, de nuevo se ocupa del sufrimiento y de las enormes dificultades por las que pasa la gente del pueblo en su ansiada búsqueda de la felicidad. Al comienzo hay esperanza, sueños, deseos de los mejores… pero luego, la envidia, la avaricia y la maldad se harán presentes para oscurecer las nubes.

Con una impecable fotografía del maestro Gabriel Figueroa y una apropiada ambientación con aroma a grandes carencias, Fernández consigue una historia que muestra la riqueza repentina en una de esas ocasiones en que la suerte del hombre pareciera claramente definida… porque, sólo algunos, que no todos, suelen estar preparados para ella.

Muy buenas actuaciones de Pedro Armendáriz y María Elena Marqués, quienes, como Kino y Juana, consiguen recrear, significativamente, los grandes anhelos y las decisiones encontradas conque solemos trazar nuestro particular destino. Y con todo lo comentado hasta ahora, ¿Pudieron haber tomado ellos una decisión distinta?
Luis Guillermo Cardona
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