“¡Levanta la voz por los que no tienen voz. Defiende a los indefensos, levanta la voz y hazles justicia. Defiende a los pobres y a los humildes!” (Proverbios 31: 8-9)

Jamás será una actitud equivocada toda lucha que se asuma por la justicia social. Jamás será un error comprometerse con la dignidad y con los derechos de todos. No hay, en verdad, otro camino para el hombre que el de buscar el bien común, la paz colectiva y la felicidad de la humanidad en pleno.

Harto deplorables resultan aquellos seres que, cuando estaban dotados de una ardorosa juventud, marchaban contra la injusticia social y se unían a movimientos con propósitos transformadores... y ahora, alcanzada la edad adulta, hacen ya parte de la maquinaria que explota, abusa y sangra a sus propios hermanos.

Se pasa de la luz a la invidencia; de la amorosa visión colectiva al egocentrismo puro. Ya el otro no importa y sólo importo yo. Lo que el otro tiene, y de lo cual puedo apropiarme, es lo único que valoro... y así, la sociedad se degrada, y lo que parecía una gran experiencia, ahora se delata como una vivencia jamás entendida.

Los que ahora abandonan su conciencia es porque no la tuvieron antes. Entraron en el tren que, entonces marchaba, sin saber nunca para donde iba. Ahora, tampoco encuentran el camino. Se han montado en otro tren más lujoso, pero tampoco saben hacia dónde va. La prueba de que esto es cierto es que, ahora, menos que nunca consiguen ser felices. Antes, con carencias palpitaban junto a otros corazones. Ahora, apenas respiran, y están acompañados, pero más solos que nunca.

Escrita por, Katharina Held y Hans Weingartner, <<LOS EDUKADORES>>, es una grata película que retoma la conciencia, el deber del compromiso social y el respeto por la vida humana. Lo hace desde la política, sin acercarse de pleno a la vida espiritual, pero, en los muchachos protagonistas, hay una llama viva y un amor que fluye, un tanto parcializado, pero con evidente abundancia.

En medio de su inesperada aventura -aunque deberían saber que, en toda apuesta en la que se indispone a otros, siempre entra el juego el número trece-, surge el triángulo amoroso, y la historia se combina entre la improvisada búsqueda de una salida y la oculta pasión que brota de sus corazones.

El director, Hans Weingartner, consigue dar vida a tres personajes cálidos, lúcidos y espontáneos, y no hay dificultad alguna para que nos involucremos en sus andanzas ni para que sintamos su propia desazón cuando el camino parece cerrarse. La historia está bien contada y los alegatos ideológicos, además de mesurados, son veraces y lucen clarificadores. El director es un profesional muy bien formado y esto se nota en el carácter de sus personajes.

El conjunto final es una obra digna, agradable, y a todas luces, válida.