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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Drama El victorioso general Julio César se ve obligado a visitar Egipto para evitar la guerra civil provocada por la falta de entendimiento entre Cleopatra y su hermano Tolomeo, que comparten el poder en Egipto. César, cautivado por la inteligencia y belleza de la joven, la proclama reina indiscutible de Egipto, y tras el nacimiento de su hijo, Cesarión, la convierte en su esposa. (FILMAFFINITY)
5 de septiembre de 2010
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ningún hombre podrá jamás hacerse dueño del mundo, porque el mundo ya tiene dueño… y ese dueño es incontestable e inamovible. Toda pretención del hombre por arrogarse el poder ilimitada e indefinidamente, recibirá precisas respuestas del universo. Una: siempre surgirá alguien más poderoso que tú. Y dos: no puedes escapar de la enfermedad ni de la muerte, y con ésta, lo único que puedes llevarte, es lo que hayas dado de tu propio ser.

“CLEOPATRA”, es un efectivo tratado de la demencia humana, cuando la soberbia lleva a los hombres, y a una que otra mujer como La Reina del Nilo, a sentir que pueden apropiarse de toda la tierra. Pueden ser muy edificantes las intenciones, como cuando Cleopatra dice a Julio César: “Recoge el sueño de Alejandro (Magno) y su insaciable deseo: Que haya un sólo pueblo sobre la tierra viviendo en paz”, pero, cuando se usa la fuerza y la destrucción para lograr este objetivo, todos los esfuerzos serán en vano, porque es ley de la vida que, será la persuasión y no la imposición, la que produzca un día el cambio definitivo.

César, Marco Antonio y Cleopatra vivieron obnubilados con sus aires de grandeza y por eso pasaron a la historia como tantos otros gobernantes: Fueron dueños del poder inicuo y cuando lo tuvieron “todo”, supieron que no tenían nada. El director Joseph L. Mankiewicz logra plasmar, con lujo de detalles, toda la rimbombancia y la vanalidad del mundo de los “poderosos”, y el filme se prolonga, hasta el hartazgo, con aquel frustante existir donde no hay lugar para la alegría ni el sosiego.

En lo que a mí respecta, después de dos horas me provocaba gritar: ¡Basta, ya tuve bastante de seres que presumen de ser los más grandes del planeta, pero que son impotentes para el amor y la justicia! Mankiewicz los mira compasivo, esforzándose por rescatar su lado humano y dejándonos ver su conflicto interior, pero no consigue que sintamos amor por ellos, excepto talvéz por Cleopatra, una mujer más víctima del poder que usufructuante del mismo, por más que pareciera mantener la rienda.

El Julio César shakesperiano, que ya Mankiewicz había llevado al cine con notable acierto, resurge aquí combinado con la visión de Plutarco, Suetonio y Apiano, y el más reciente historiador, Carlo Maria Franzero, quienes supieron ver las grandes sombras que cobijan a los gobernantes prepotentes. En tal sentido, el efecto es contundente.

Pero, además de “pecar” por lo excesivo, creo yo, que el filme adolece de una cara de la moneda. Se centra de pleno en la vida pala-ciega y no da cuenta de la vida del pueblo ni del atroz efecto que generaban los excesos de sus dirigentes. Prescindiendo de estos matices, la vida pareciera comenzar y terminar en el palacio, siendo que fuera de aquellas paredes, es donde realmente comenzaba la vida. Pero, con todo, queda bien sentado que ningún poder humano tendrá sentido sino está guiado por el amor.
Luis Guillermo Cardona
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