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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Drama Jesús, un carpintero de Nazaret, decide atender la constante llamada de Dios. Pero cuando está a punto de completar su misión, debe hacer frente a la mayor de las tentaciones y realizar un sacrificio para salvar a todos los hombres. (FILMAFFINITY)
19 de mayo de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nikos Kazantzakis, se arriesgó cuando, en 1953, decidió publicar “La última tentación”, libro que por mostrar a Jesús humano, demasiado humano -como diría nuestro mutuamente admirado Nietzsche-, le costaría la excomunión de la iglesia ortodoxa griega, la cual, con su férreo dogmatismo, desconoció que el propósito de Kazantzakis –como efectivamente lo demuestra- era que tuviéramos un conocimiento profundo de su lucha “para que, así, cada hombre pueda amar más intensamente a Jesucristo”.

Kazantzakis sentía que no había objetividad y que Jesús resultaba muy distante de nuestras capacidades humanas, cuando los llamados Libros Sagrados lo ilustran inmaculado, y sin tacha aunque, para lograrlo, se viesen abocados a escamotear por completo su adolescencia y muchas otras de sus vivencias. En cambio, mostrarlo con una personalidad llena de dudas, temores y debilidades, pero, debidamente contrastado con su resistencia y su fe, con la confianza que mantiene en el valor de su destino y con ese gran amor que conserva por toda la humanidad, es ponerlo a nuestro nivel y hacer que su sendero luzca para nosotros factible de caminarlo.

En lo personal, luego de haber leído la novela, aplaudo su planteamiento general y tengo el absoluto convencimiento de que algo así lo necesitábamos desde hacía rato. Por otro lado, Kazantzakis añade conceptos filosóficos y espirituales del más alto sentido (“Hoy, no mañana, hoy”, “¿Hasta cuando los ojos de los hombres permanecerán ciegos, incapaces de ver que todos somos hermanos?”, “Tiempo, habilidad y mucho amor, es lo que necesita un corazón duro para ablandarlo”…) y su obra gana consistencia con cada capítulo, en la medida en que, así como Jesús no luce como un santo sin tacha alguna, tampoco Judas aparece como el malo sin remedio, ni Magdalena como la pecadora sin más mérito que haber pedido perdón.

Martin Scorsese, también se arriesgó, al haber decidido llevar al cine esa novela que la actriz Barbara Hershey le obsequió cuando, años atrás, juntos rodaban la película “Boxcar Bertha”. Y como también, en la llamada “tierra de la libertad”, hay hartos grupos religiosos de un fanatismo rabioso, Scorsese tuvo que hacer sus apariciones promocionales rodeado de guardaespaldas y, además de las muchas protestas que originó en los EEUU y en Francia, donde los radicales incendiaron varias salas de cine, la película fue prohibida en varios países, incluidos Colombia, España, México, Argentina y Turquía.

Y todo por nada, porque, contra toda oposición retardataria, el pensamiento progresista siempre saldrá a la luz, y al igual que el libro de Kazantzakis se sigue publicando con importante acogida (lo prohibido se vuelve atractivo), ahora la película se difunde ampliamente y hasta podemos verla sin cortes en un magnífico disco de High Definition.

Aunque el rol de María Magdalena le fue primero ofrecido a la actriz Kim Basinger y luego a Sally Field, al ellas rechazarlo, Scorsese acudió a Barbara Hershey cuando recordó que, fue ella, quien lo motivó a leer el libro. Por su parte, Willem Defoe accedió al papel luego de que se murmurara que estaría en manos de Robert De Niro, Mel Gibson y hasta Aidan Quinn. Y lo logrado por Defoe es, desde todo punto de vista, uno de los más efectivos roles de Jesús que se hayan hechos en cien años de cine.

Con base en obras de Kazantzakis, la trilogía llevada hasta ahora al cine en un período de 31 años: “El que debe morir” (Jules Dassin, 1957), “Zorba el Griego” (Mihalis Kakogiannis, 1964) y “LA ÚLTIMA TENTACIÓN DE CRISTO”, se ha convertido en un material altamente valioso que, no sólo motiva profundas reflexiones, sino que, a todo nivel, ha enriquecido al arte cinematográfico. La clase de cine que debería estar en todas las filmotecas.
Luis Guillermo Cardona
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