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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Comedia Sam Clayton es un hombre de gran corazón que siempre está ayudando a los demás. Pero su actitud para con los suyos le traerá también una serie de desventuras. (FILMAFFINITY)
16 de septiembre de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el gran éxito alcanzado con sus películas de corte social y espiritual “Siguiendo mi camino” y “Las campanas de Santa María”, el director Leo McCarey, se tomó una suerte de descanso para disfrutar de lo logrado. Tres años después, sintió que ya era hora de volver a los platós… y claro, como afortunado católico, no era raro que insistiera en el camino de la espiritualidad para contarnos otra historia donde la bondad y el compromiso humano estuviesen hondamente demarcados.

Lo que nos cuenta ahora, se inspira en una frase de 11 palabras que yo mismo, en mis charlas de crecimiento personal, suelo traer a colación mientras afirmo que, quien las practique, no necesita insistir mucho en la Biblia o en libro sagrado alguno, pues es la Regla de Oro que nos dará la paz y la armonía que tanto buscamos. La frase dice:

“Has con los demás como quieras que los demás hagan contigo”.

Desde mucho antes de escuchar este mágico mensaje de boca del reverendo Daniels, Sam Clayton ya lo llevaba bien metido entre sus sienes, y para él, servir, compartir, dar, colaborar… son cosas de cada día y con cualquier ser humano que se cruce en su camino. Pero, con su manera de actuar, da la impresión de que este buen samaritano se aprendió muy bien la parábola del maestro Jesús, pero aún ignora o desconoce los conceptos de mesura, equilibrio y sensatez de que hablaba el Buddha. Y es entonces, que el bien que hace a los demás sin medida alguna, comienza a perturbar la armonía de su hogar, su esposa y su empleada se sienten abusadas, y sus hijos comienzan a sentir deseos de perturbar a cuanta visita llega de improviso.

Pero, este punto medio, lógico, racional y humano, no lo defiende la historia de McCarey, sino que se opta por persuadirnos de que Clayton hace lo justo, porque la recompensa para él quizás se encuentre en camino. Resulta, en definitiva, un perturbador modo de vida que, para quienes somos humanos, demasiado humanos, resulta imposible de asumir como ideal… y es bien seguro que, ni el mismo McCarey en su vida cotidiana, fue capaz de tomárselo tan a pecho.

La historia de Sam Clayton tiene, no obstante, aspectos muy positivos, situaciones conmovedoras, momentos muy divertidos, escenas ejemplarizantes… y bueno, bien pudo terminar en Roma canonizando a ese buen samaritano, que lo dio todo a su querido prójimo, hasta el punto de olvidarse de que tenía hijos y una linda esposa a los que, antes que nada, tenía el deber de hacer felices.
Luis Guillermo Cardona
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