Rosita –sin más, porque el apellido de los pobres a nadie importa- es una alegre y atractiva muchacha española que canta en las calles para llevar algo de comida a su familia, compuesta por sus padres y tres hermanos menores, que siempre la esperan con ansiedad. La muchacha suele ser muy bien acogida por la gente de Sevilla y la manutención de los suyos parece asegurada… hasta que llega un día en que, la guardia del rey, por hacerle camino a éste, espanta a todos los presentes en el recital que ofrece Rosita al aire libre, y a la joven le toca volver al hogar sin un solo centavo. Y de ñapa, minutos después, un cobrador de la corona hace presencia en su humilde rancho, pidiendo el tributo para el gobernante.

Hastiada de las injusticias, la muchacha se pone furibunda… y entonces compondrá una canción en contra de la monarquía. Pero más que repulsa, con su agradable figura atraerá al mujeriego monarca español (¿premonición o tradición?), quien, después de hacerla pasar unos días en la cárcel, la hará llevar hasta su villa donde tratará de resarcirse ante ella con la esperanza firme de conquistarla. Pero Rosita ya ha conocido al hombre de su vida, un capitán llamado don Diego de Bazán… y así comienza este agradable triángulo amoroso, donde se exaltará la inteligencia de las mujeres y su incuestionable capacidad para dejar en la lona al rey más pícaro y más pintado, sin siquiera usar ni un solo guante. Porque, junto a Rosita, también está la reina, y ésta sabe muy bien cuál es la clase de marido que le ha tocado en suerte… y va a hacer lo que tenga que hacer cuando sea necesario hacerlo.

“ROSITA, LA CANTANTE CALLEJERA”, fue el filme con el que Ernst Lubitsch debutaría en Hollywood, en lo que parecía un contrato por cuatro películas con la actriz Mary Pickford, pero según se cuenta, la relación entre ambos no fue para nada fraternal, y terminado el rodaje terminó su acercamiento definitivamente. Por suerte, la Warner Bros. se interesaría de inmediato en el director alemán, y desde entonces, ya no le faltaría trabajo en los EEUU por el resto de sus días.

Contra todo, el resultado ha sido un filme bastante agradable, donde la Pickford (entonces de 30 años) logra lucir como una jovencita encantadora en un rol que, además de dinámico y rebelde, le permite dejar bien alto el carácter y la dignidad de sus congéneres. También Irene Rich, en su pequeño pero significativo rol de la reina, se apunta otro acierto, pues además de su indudable belleza, sabe lucir como una mujer madura dispuesta a defender lo suyo con absoluta dignidad. En cuanto al rey, representado con buen tino por Holbrook Blinn, es probable que llegue a descubrir que toda maldad ha de conocer una revancha… lo quieras o no lo quieras.