Cinco siglos (desde el XII al XVII) se pasó Inglaterra tratando de conquistar a Irlanda. La asedió, la maltrató, la acosó, y se ensañó contra los católicos que defendían su independencia… hasta que, en el año 1800, después de haber expropiado miles y miles de hectáreas de tierra mediante el asesinato, la tortura y la intimidación, por fin logró anexarla a su territorio que pasaría a llamarse Reino Unido.

Pero los irlandeses católicos, que ¡jamás se han sentido unidos al imperio británico!, combatieron a los ingleses durante todo el siglo XIX… y prosiguieron con más ferocidad que nunca peleando por su liberación en los albores del XX… y llegada la segunda década, sus esfuerzos dieron resultado en 1922, cuando lograron, por fin, la tan ansiada independencia. Pero los protestantes de Irlanda quisieron seguir perteneciendo al Reino Unido y entonces ésta se dividió en, Irlanda de Norte (13.564 km2), sometida y sumisa ante Inglaterra, e Irlanda del sur (70.282 km2), con Dublín como capital, totalmente independiente.

Sin embargo, un gran número de católicos seguía habitando en Irlanda del norte, donde eran arrinconados, discriminados en sus trabajos y lugares de residencia… y entonces comenzaron a mostrar su inconformidad y deseos de anexarse a Irlanda del sur... y comienzan de nuevo las protestas, surge el movimiento revolucionario llamado I.R.A., y para 1960, una gran insurrección armada no solo afecta a Irlanda en pleno, sino que también alcanza las toldas de la mismísima Inglaterra.

Es en los años 1980, cuando en palabras de la abogada norteamericana Ingrid Jessner: “Los asesinatos, las torturas, y las intrigas, hacen de Irlanda del norte un territorio que me recuerda a Chile”, cuando ella estuvo por allá durante la dictadura de Pinochet, tiempo en el que conocería al también abogado americano, Paul Sullivan, con el que ahora trabaja por los derechos civiles que se vulneran día a día en Belfast.

Pero se han encarado a unas fuerzas estatales que consideran que, “el abuso de poder es a veces necesario para mantener el sistema”, y pronto, la abogada Jessner y el detective, Peter Kerrigan, se verán enfrentados de manera desigual con un gobierno de feroces tentáculos y con los escrúpulos por el suelo, con tal de acabar con los laboristas.

El director, Ken Loach, nos lleva con, <<AGENDA OCULTA>>, al interior de un imperio que ayudó a derrotar el fascismo europeo, pero que luce salpicado con muchísimas gotas de la temible epidemia. El guion de, Jim Allen, toca puntos bien álgidos de los manejos internos con que se desenvuelve la política anti-independentista y una trama, con muchos hilos, va tomando forma hasta dejar, bien claro, que los imperios no se sostienen precisamente por sus bondades.

Frances McDormand, consigue una brillante caracterización como la defensora de los derechos humanos dispuesta a todo para desvelar el asesinato de su amigo y colega. Su personaje es intenso, comprometido, y con un ímpetu de verdad que no se lo quitan las intimidaciones de ningún tipo; y Brian Cox, como el policía Kerrigan, logra también un fuerte carácter y una interpretación mucho más que correcta.

Ésta es la clase de filme en el que los diálogos te dejan cavilando una y otra vez, y la trama descorre tantas cortinas, que no logras despegarte ni un solo segundo. Como escribía el agente del M-I5, James Miller: “Es como las capas de las cebollas: cuantas más quitas, más ganas tienes de llorar”.

Título para Latinoamérica: AGENDA SECRETA