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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Comedia. Romance Lily, una carterista que se hace pasar por condesa, conoce en Venecia al famoso ladrón Gaston Monescu, quien a su vez se hace pasar por barón, y se enamoran. Gaston roba al aristócrata François Fileba y huye con Lily antes de que le descubran. Casi un año después, en París, Gaston roba un bolso con diamantes incrustados a la viuda Mariette Colet, pero se lo devuelve y la cautiva de tal forma que lo contrata como secretario. (FILMAFFINITY) [+]
10 de julio de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En varias ocasiones me he preguntado ¿por qué a los ladrones de guante blanco de otros tiempos, les atraía tanto hacerse pasar por barones o condesas? ¿Era porque así se infiltraban entre la gente adinerada que era la que les interesaba? ¿O era porque así se sentían en su propio ambiente con los honores del caso? ¿O ambas cosas?
¡Qué fácil era aparecer como “noble” en aquellos tiempos! Y para hacer parte de la aristocracia, no era sino poseer una cierta cultura y ser capaz de dejar a un lado los escrúpulos, para poder mostrarse complaciente ante los oscuros intereses de ciertos personajes.

También Gaston Monescu -un ladrón con clase que se hiciera famoso por haber vaciado el banco de Constantinopla- es ahora un barón que se pasea a sus anchas por la romántica Venecia. Y su novia Lily, carterista de renombre en toda suerte de hoteles, es una respetada condesa con quien comparte habitación y fechorías. Tras robarle la cartera a la preciosa, Madame Colet, propietaria de una empresa de perfumes, para Monescu ha llegado la ocasión de dar un gran golpe, y junto a su compinche Lily, va a hacer lo necesario para apoderarse de las joyas y el dinero que posee la empresaria.

Pero como el Fatum también juega sus cartas, muchas cosas van a pasar en esta pícara comedia que se da sus licencias aprovechando que estamos en tiempos del pre-code. Luce aquí a cabalidad el llamado “toque Lubitsch” que, entre otras cosas, tenía que ver con la sofisticación de sus historias; con una cuidada transgresión de las reglas sociales y de la moralidad de la época, al tiempo que incluían una aguda crítica –directa y/o indirecta- aún en sus cuentos más, aparentemente, “inocentes”. Véase como ejemplo, en “UN LADRÓN EN LA ALCOBA”, al inesperado vagabundo que insulta sin tapujos a Mariette Colet o la manera sutil como, en el teatro de ópera, se hace pasar las hojas de la partitura para que la música acabe.

Resalta también en el “toque Lubitsch”, su solidaridad con los excluidos, los subversivos, los renegados, las prostitutas y delincuentes, de quienes el director logra extraer su lado amable y sus pequeños, y a veces, muy grandes sentimientos. Y la manera sutil como aplicaba el sexo –la prohibición despierta el ingenio- dejaba en jaque a los censores de turno que no lograban entender lo que el alemán quería decir. ¡¿Qué tal ese plano en que tras un beso, vemos la silueta de Gastón y de Mariette sobre la sábana de la amplia cama?!

“UN LADRÓN EN LA ALCOBA” no es de las películas que más me agrade de Lubitsch. Primero. porque bebe mucho de “Grand hotel”. La novela en que ésta se basa “Menschen in hotel”, la escribió la austriaca Vicki Baum en 1929 y la novela “A Becsületes Megtaláló” (Los buscadores honestos) del húngaro László Aladár (en la cual se basó Samson Raphaelson para el guión del filme de Lubitsch), apenas se escribió en 1931. Y coinciden ambas películas en el falso barón ladrón de hoteles; en su situación de crisis; en la mujer exitosa que no tiene afecto; en el apasionado romance que se da entre ellos… y hasta, bueno, también aquí el cielo puede esperar. Y sin duda, “Grand hotel” tiene un calor humano, una ambientación, un brillo en las actuaciones… que no vemos suficientemente en “UN LADRÓN EN LA ALCOBA”.

Sin embargo, la agudeza de Lubitsch, su estilo tan original y los giros que logra darle a su historia, hacen que este ‘lío en el paraíso’ resulte muy entretenido y bastante apreciable.
Luis Guillermo Cardona
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