Lo aprueban las grandes religiones; lo corrobora la historia a través de los siglos; y lo reclama la conciencia humana en cada momento histórico: Cuando un pueblo está siendo sojuzgado y la injusticia campea por doquier, la comunidad está legitimada para derrocar al tirano, si ésta es la manera en que puede, para todos, recuperar la dignidad.

La insurrección es la respuesta indefectible, natural e impostergable, ante el abuso despótico e insaciable. La asume el hombre, la asumen ciertos animales, y la asume hasta la misma naturaleza cuando el hombre se sobrepasa en su relación con ella, pues, el punto de equilibrio debe mantenerse, y cuando alguien se excede, recibirá siempre el necesario pedido de templanza.

<<LOS SIETE SAMURÁIS>>, es una concienzuda e impetuosa recreación del proceso que se gesta en una lucha de clases. Da cuenta de los hechos que inician la usurpación de unos en detrimento de otros; denuncia los efectos económicos, sociales y emocionales de la iniquidad; y luego describe, con lujo de detalles, la manera como un pueblo se prepara, ya cansado, para derrocar al enemigo… y siempre, el universo creará las condiciones para que ésto suceda, porque los tiranos nunca se sacian, ¡y esa será su perdición!

En una magnífica ambientación, impecablemente fotografíada, y con una presencia actoral que da cuenta exacta de las más variopintas personalidades de un pueblo cualquiera, un fuerte flujo de sentimientos, de sólidas relaciones, y principios aplicados en toda su dimensión, brotan de este interesantísimo filme que ha dejado una profunda huella.

La historia, escrita por Akira Kurosawa, Hideo Oguni y Shinobu Hashimoto, podría dividirse en tres partes: 1. Conflicto y reclutamiento. 2. Preparación para la defensa y 3. La batalla. Las dos primeras resultan magistrales, llenas de fuerza interior y exaltando un arte de la defensa que, no por nada, es ahora legendario. Pero, en honor a la objetividad, confieso que poco me atraen las largas batallas, y ésta tercera parte me resulta excesiva, sobrecargada de caricaturescas cámaras rápidas (tomadas en serio), con más de un plano suelto, sostenido más por el afecto a lo rodado que por la eficacia dentro del contexto… y así, el climax pierde peso... y apenas se recupera en el reflexivo cierre que, con innegable agudeza, nos ofrece el director, Akira Kurosawa.

Concluyo, exaltando el vigoroso histrionismo de ese gran actor llamado, Toshirô Mifune, quien, como Kikushiyo, construye un personaje fuerte y entrañable; y hago reconocimiento a, Takashi Shimura, el maestro samurái Shimada, quien llena el filme de compromiso humano y de dignidad a toda prueba.

Contra todo, <<LOS SIETE SAMURÁIS>>, es la suerte de película que seguirá haciendo historia.