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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama Cruda historia de los niños de la calle de Medellín. Algunos de los actores ocasionales del film, chicos que vivían realmente en las calles de la ciudad colombiana, murieron antes del cambio de siglo debido a las condiciones y circunstancias de la vida de la gente que vive en la situación que se refleja en el filme. Para mayor estupor, la protagonista principal de la película -la niña de 12 años- fue detenida como autora de un presunto asesinato. (FILMAFFINITY) [+]
1 de septiembre de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni en la vida, ni en el arte, puede prescindirse del punto de equilibrio que hace que las cosas luzcan correctas y ajustadas. Ya no estamos para juegos ingenuos y radicalizados donde los hombre se dividen en buenos y malos. Y los malos son requetemalos, y los buenos, santas e inocentes víctimas. Los seres humanos carecemos del derecho a condenar por una sola, pero esencial razón: porque la polaridad está en todos y, en cada ser humano, hay lugar para el aliento de bondad como para el ánimo de crueldad. ¡Cuántas veces el ansia irrefrenable de condenar a los que delinquen es tan sólo una forma de acallar las propias faltas!, ¡En cuántas ocasiones hemos querido cambiar a otros ante la impotencia de cambiar nosotros mismos! Hasta podría afirmar que muchos de los que luchan para cambiar el mundo, tan sólo proyectan su impotencia para transformarse (mejorar) ellos mismos.

“LA VENDEDORA DE ROSAS” me parece una película muy interesante. El descarrío de tantísimas niñas -como ocurría y sigue ocurriendo cada vez más gravosamente en Medellín, y en casi toda Colombia-, era necesario denunciarlo y la voz de alarma debería, hoy día, ser atronadora. Sigue siendo harto lamentable la débil tarea que se hace en sociedad y en los colegios, pues, el compromiso de los ministerios y de las secretarías de educación, es de una liviandad que causa grima.

Pero, las cosas hay que ponerlas en su justo lugar y eso es precisamente lo que, por falta de objetividad y de un estudio concienzudo, se echa en falta en la película de Víctor Gaviria. Hay actores del conflicto completamente ausentes: gobierno, rectores y docentes, medios de in-comunicación. Otros actores aparecen, pero son tratados con demasiada benignidad: policías, madres, comerciantes. Y, en cambio, las víctimas de una cultura tóxica y degradante, malnutrida así por los poderosos, aparecen cargando con todas las culpas como si del pueblo surgieran los males y en el pueblo debieran terminar.

El problema de aquellas conmovedoras y sufridas chicas (adorable Andrea, admirable Mónica, guerrera Judy, luchadora Claudia…), se aísla del resto del mundo y se da por sentado que, sus únicos enemigos, son los chicos de su edad y de su mismo medio, los degradados parientes con los que conviven, y los oportunistas en tránsito que buscan utilizarlas. Y se impone también el sesgo de que las mujeres todas son las víctimas, y los hombres, en pleno, indeseables víctimarios. ¡Y ni qué decir que Medellín queda como la Tombstone del siglo XX!

Contra todo esto, es posible hallar poesía, sensibilidad, y un gríto desesperado para que se preste atención a este terrible lastre que sólo trae dolor, miseria… y una enorme descomposición social.
Luis Guillermo Cardona
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