Después que hace años Abel Ferrara diera una buena muestra de cine personal con “Teniente corrupto”, uno esperaba que esta nueva versión a cargo del no menos singular Werneg Herzog siguiera por los cauces que dejó el provocador director de “El funeral”. Y la cosa ha quedado en una zona intermedia. El “Teniente corrupto” de Herzog contiene los elementos necesarios para gustar a los aficionados al thriller más convencional, pero se echa de menos algo más de riesgo narrativo para que esta película pueda destacar por encima de la media del género. Herzog parece dejarlo casi todo en manos de un NIcolas Cage que sabe hacer suyo el personaje, llevándolo a su terreno y ofreciéndonos una de sus habituales interpretaciones histriónicas y excesivas. Él es media película, y la otra mitad es para una típica historia de policías y traficantes que no pasa de correcta, en la cual más allá de sus escasas escenas de acción, todo el interés recae en el retrato de un hombre que después de caer en el infierno de la droga, aprende a convivir con el lastre de su dependencia de los estupefacientes, aceptando que su vida gire para siempre en la doble moral que le otorga su condición de policía y drogadicto. Como en este caso las comparaciones, además de odiosas van a ser inevitables, podemos decir que la versión de Herzog va a quedar como la cara B, más digerible y convencional, de la paranoia fílmica de Abel Ferrara.

Lo mejor: Nicolas Cage, dueño y señor de la función.

Lo peor: que apenas distingamos la autoría de Herzog.