La verdad es que uno esperaba algo más de la incursión de Park Chan-wook en territorio hollywodiense. Sin embargo “Stoker” podría haber estado filmada por cualquier director americano sin que el resultado final se alterara lo más mínimo. No hay apenas rasgos de autor en una película que por momentos se acerca demasiado a un producto televisivo y si no fuera por sus esporádicas dosis de violencia y la perversidad que lleva adherida nos la podríamos encontrar perfectamente en cualquier sobremesa dominical. Cierto que Chan-wook se esfuerza en darle un tono hitchckoniano a la historia, pero es difícil mantener cierta dosis de suspense cuando el villano protagonista es un personaje tan obvio desde su primera aparición. Le falta tanta sutileza como entidad al personaje de Evelyn, interpretado por Nicole Kidman, y el personaje de India, de largo el más interesante, se perfila como el pilar en el que sustenta una obra demasiado irregular.

De un estilismo refinado, “Stoker” bebe del thriller (subgénero “extraño en casa”) que tuvo su época de gloria a principios de los noventa, pero Chan-wook, lejos de sacarle a la historia todo el partido posible, se conforma con ofrecer cuatro apuntes de tímida autoria y acaba echándolo todo por la borda con ese final, que no el epílogo, tan trillado y absurdo.

Lo mejor: esa metafórica interpretación de una pieza al piano a cuatro manos.

Lo peor: las (típicas) escenas en el colegio.