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Voto de Natxo Borràs:
10
Drama. Bélico Basada en hechos reales ocurridos en 1905, narra como la tripulación del acorazado Príncipe Potemkin de Táurida se cansan del tratamiento vejatorio e injusto de los oficiales. El detonante de la situación es la carne podrida que éstos quieren que los marineros se coman. Con este motín comienza el reguero revolucionario por Odesa y toda Rusia. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2008
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eisenstein rodó su revolución. Y las masas tenían el papel estrella. Es la reconstrucción histórica de unos hechos que no solamente sacudieron a Rusia sinó al mundo entero. El siglo XX empieza a dar forma con el alzamiento contra los zares en la primavera de 1905. El seguimiento de un pueblo azotado por la hambruna y el motin en el acorazado más famoso de la historia del cine, que resiste a todo tipo de hundimiento, sirven para exaltar el espíritu de cuantos levantaron la Revolución Rusa, sin cansancio, hasta 1917. Las condiciones infrahumanas de los grumetes eran prueba de que la absurda guerra de su país contra Japón no solo estaba perdida sinó que suponía aún más el aislamiento de una nación sometida en los más rígidos mandamientos jerárquicos de la Edad Media.

Los marineros del Potemkin niegan comerse la carne podrida que les ofrecen en el rancho por lo que el capitán impone medidas disciplinarias extremas que los llevará a una inminente ejecución. El motín es inevitable y los represaliados pasan a la Revolución. En un marco de alta mar hasta su destino en el puerto de Odesa donde dejan el cadáver de un compañero expuesto con reseñas a su heroicidad y de haber instigado lo que los demás, hastiados de sus extremas condiciones de vida, eran incapaces de cometer. El velatorio en el muelle exalta la ira de los habitantes que deciden unirse al intento de revolución.

Los cosacos aplastaron con sus fuerzas a los rebeldes pero la exaltación de Eisenstein por rodar ese film le llegó incluso a cambiar el argumento y que salieran victoriosos los marineros del Potemkin consiguiendo aliarse con otras fragatas. El triunfo del pueblo, la retórica habitual en el cine de propaganda dirigido a una población en mayoría analfabeta. Incluso durante su estreno, Eisenstein no asistió porque des de su estudio comprobaba frenéticamente milímetro a milímetro de rollo para ultimar tan prodigioso montaje mientras entraban y salían de su estudio mensajeros que se llevaban las bobinas revisadas y acabadas de montar.

La escena de las escaleras del puerto de Odesa quedará en la patente de muchos aficionados al Séptimo Arte. Sin tregua, las opresores fuerzas del zar disparan indiscriminadamente a la multitud por la espalda (lo que en western se define como "acto de cobardía") para continuar cargando con sus fusiles y disparar a quemarropa a una compasiva madre con su hijo muerto en brazos. Esta dramática escena queda en el recuerdo junto con la del cochecito que va cayendo sin control alguno por las escaleras ante la expresión de impotencia y pánico del pueblo que lo presencia (y que Brian de Palma homenajeó en "Los Intocables de Elliott Ness").

El hermanamiento de la propia población rusa se justifica por la situación de hambruna y miseria en que vivian. Mensaje subliminal en esta bomba de relojería que, al margen de idealismos, muestra la desesperación del hombre por alcanzar unos objetivos con el fin de poder sobrevivir sin imposiciones ni autocracias.
Natxo Borràs
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