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Voto de Natxo Borràs:
8
Drama Polémica película en la que el pionero del Free Cinema inglés arremete contra la enseñanza superior y hace una sátira violenta y sin matices de los colegios superiores y del establishment británico. (FILMAFFINITY)
4 de julio de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La Libertad es la Herencia de todo inglés que hable la Lengua de Shakeaspeare”, aclama uno de los personajes de esta explosiva, reaccionaria como políticamente incorrecta película que ataca las instituciones conservadoras instauradas en el Reino Unido y que tienen como bandera la disciplina como forma autocrática, consolida desde los años anteriores a la Inglaterra victoriana que todavía hoy en sí permanece fuerte en sus pilares.

Lindsay Anderson llamó la atención en su película, no era un director novato y estaba entre los que apoyaban a los “Angry Young Men” (Jóvenes Enfurecidos) un colectivo que firmó un manifiesto que contaba, entre otras firmas, la de escritores o dramaturgos como Alan Sillitoe y Harold Pinter. Estos expresaban la disconformidad de las clases bajas ante un sistema establecido desde hacía siglos como muestra de una justificación basada en pilares del asentamiento del Imperio Británico.

Un “college” o colegio privado es la institución ideal para que Anderson encierre en sus frías paredes a una masa de jóvenes divididos en “juniors” y “seniors”. Cada grupo está dividido y controlado por otros estudiantes que ejercen de brutales encargados y esto solo es el principio de un sistema jerárquico que llega hasta una dirección que permanece aislada a los problemas internos pero que soluciona templadamente los percances con sermones acompañados de coros en la misa matutina diaria. Sin embargo tres estudiantes; Mick (Malcolm McDowell, pocos años antes de inmortalizarse como Álex en “La Naranja Mecánica”), Johnny (David Wood) y Wallace (Richard Warwick), librepensantes y amantes de la libertad, permanecen al margen de esa imposición a la que consideran hipócrita y salvajemente inestable, mientras que, por el otro lado y con el apoyo del rectorado, Rowntree (Robert Swann) azota con total albedrío su vara con autoridad como máximos representante de los alumnos ante el director y los despreocupados maestros, limitados a enseñar.

Lindsay Anderson (autor también de “Britannia Hospital” (1982), sátira similar pero que en esa ocasión denunciaba la degradada Sanidad Pública eclipsada por la intromisión de la política de Thatcher) mostró su mordaz carta de sorpresa en un progresivo relato decadente (con escenas en blanco y negro que resaltan cada aspecto negativo de las situaciones como la de la puritana mujer del decano caminando desnuda entre los vestuarios de los estudiantes mientras estos están de maniobras militares supervisadas por el cura) que muestra cuán gélidas y restrictivas pueden ser los muros y techos de lo que debería ser una cuna de expansión y conocimiento.
Natxo Borràs
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