Junto con “Faster, Pussycat Kill Kill!” (1965), éste es unos de los títulos más destacados de la filmografía de Russ Meyer en que nuevamente pone por encima de un argumento lleno de ocurrencias dispares y surrealistas en formato de “road movie” su “troupe” de picaronas chicas de pechos voluminosos que quitan el hipo a más de uno. Aunque a primera vista no lo sugiere, el hilo argumental está planteado como una historia de amor en que su principal protagonista femenina viene a ser como la angelical maestra de ceremonias del calvario que sufre el protagonista masculino.

La acción se desarrolla en el taller Martin Borrmann (alusión descarada al nazi que oficialmente se le dió por desaparecido) donde trabaja Clint (Charles Pitts) es un mecánico acusado del asesinato de su libidinosa mujer (Shari Eubank). No hace falta decir que en su huida, perseguido por un agente de policia (Charles Napier) implicado en los hechos, también se topará accidentalmente con gente de mucho cuidado: desde una pareja de lo más entregada a la idea de incluir a nuestro sufrido protagonista a sus perversiones, a un granjero y su joven esposa que se convierten en buenos samaritanos de su accidental viaje, también está el gerente de un motel de carretera demasiado preocupado por su labor como por su hija entregada al baile y al exhibicionismo propio de un cuerpo...

Pero Meyer hace protagonistas a sus chicas como únicas sirenas entre tanto polvo y calor del desierto. Sus películas, inevitablemente encabidas dentro del “softcore” y la serie B, gozan de un prestigio especial aunque pretendidamente no alcancen el nivel que muchos desearían.