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Voto de Natxo Borràs:
9
Comedia En una pequeña ciudad provinciana, a unas burguesas ociosas se les ocurre la idea de organizar una campaña navideña cuyo lema es: "Siente a un pobre a su mesa". Se trata de que los más necesitados compartan la cena de Nochebuena con familias acomodadas y disfruten del calor y el afecto que no tienen. Plácido ha sido contratado para participar con su motocarro en la cabalgata, pero surge un problema que le impide centrarse en su trabajo: ... [+]
29 de diciembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imprescindible comedia y uno de los títulos clave del cine español bajo la firma de Berlanga (en su primera colaboración en el guión de Rafael Azcona), “Plácido” se nos presenta como una agridulce y acartonada estampita navideña ambientada en un Belén berlangiano donde las promesas se desvanecen como el humo que desprendido de la turba realidad, apreciada incluso desde nuestro tiempo presente, se hace patente más de cinco décadas después de su estreno, y sin más censuras que añadir. Plácido (Casto Sendra) es el peón imprescindible para que su amigo Quintanilla (José Luis López Vazquez) salga adelante con la procesión organizada y patrocinada por Baterías y Paellas Cocinex con el fin de invitar a un grupo de estrellas a casa de los más ricos sin olvidarse de contar con un invitado más: al pobre y desamparado que en tiempos de bondad y buen corazón necesita de techo y comida caliente para paliar el frío de un defenestrado pesebre en que pocos trabajarán y que la carga de buena voluntad del sufrido Plácido que tiene que pagar la primera letra de su motocarro a punto de vencer.

El enredo se desencadena en una ciudad de provincias sin nombre pero que podría ser Villar del Río, Calabuch o Fuentecilla. Pero no le pone nombre. Podría ser cualquiera. Por eso el director de “¡Bienvenido Mr. Marshall!” (1953) se fijó en las localizaciones exteriores de Manresa, la apodada “Cuenca Catalana” con sus estrechas y oscuras calles de lo que aún percibamos en el casco antiguo, y que algunos de sus habitantes todavía reconocemos (los urinarios públicos dónde trabaja la familia de Plácido en la secuencia inicial todavía existen aunque algo más automatizados).

La realidad superó a la ficción. En el Casino de la ciudad (ahora es la Biblioteca y no aparece en la película, ni siquiera la Rambla-Paseo Pere III), se organizó un minucioso casting para extras. Por aquel entonces un trabajador de la Multinacional de Neumáticos Pirelli (actualmente deslocalizada por razones de excusa), entonces establecida al pueblo vecino de Sant Joan de Vilatorrada, llegaba a cobrar un jornal de sesenta pesetas. Participando en la película de Berlanga podía llegar a las doscientas treinta. Todo un tardío regalo navideño que se orquestró en tres meses de rodaje que despedían al Invierno y daban la bienvenida a la Primavera. Los interiores se rodaron en Barcelona en apartamentos espaciosos, dado que la Ciudad Condal gozaba de más diversidad.

Anécdotas aparte “Plácido” quedará como un retrato retratado de lo que sería el fin de una etapa (los años grises del franquismo de posguerra) y un porvenir (el desarrollismo) con los individualistas conceptos que se desarrollarían más tarde, basados en la sociedad del bienestar, actualmente quebradas por la sombra de la Crisis Económica. Una visionaria lección que no pierde su mensaje de advertencia. A rememorar viejos tiempos.
Natxo Borràs
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