Sátira y esperpento representados como no en una película que no pasará precisamente por ser una comedia “a la española” sinó más bien como una representación al celuloide de un santo retablo en que se ilustran los pasajes más milagrosos como esperpénticos del santo Vicente Ferrer que vivió a lo largo del siglo XIV y que se concluirían en la más folclórica de las burlas gruesas a unos hechos saboreados por la tradición y las canciones que antaño habrían compuesto juglares y trovadores.

El padre Vicente (Albert Boadella) es un monje penitente que vé con sus propios ojos la verdadera cara y desfachatez de la Santa madre Iglesia y las injusticias de un pueblo que a la vez se le ilustra como pecador. A partir de allí todo son milagros, curaciones, tentaciones (con la adecuada presencia de una joven Ángela Molina) y exorcismos en una vasta y exagerada representación de una Iglesia que pretende ser omnipotente y acaba exponiéndose en el ridículo de un caradurismo y engaño dignos de una portada de “El Jueves”. La Iglesia y sectores ultraderechistas levantinos amenazaron con intervenir la película que finalmente fue prohibida en su exhibición por la mayoría de cines, con emanaza de bomba incluida, de la Comunidad Valenciana.

Fallecido en 1993 a la temprana edad de 45 años, el valenciano Carles Mira puso en el punto de mira el fólclore como elemento primoridal en sus películas siempre llevadas al borde de lo absurdo e irracional. Entre sus iflms más recomendables destaca “Karnabal” (1985) que dirigió con la compañía catalana Comediants. En “La Portentosa Vida del Padre Vicente” contó con la presencia del siempre polémico y provocador Albert Boadella (entonces en pugna con el gobierno militar por el affaire de “La Torna”), Ovidi Montllor y un reparto de actores no profesionales vinculados en grupos teatrales de l´Alcoi.