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Voto de Natxo Borràs:
10
Drama Un importante magnate estadounidense, Charles Foster Kane, dueño de una importante cadena de periódicos, de una red de emisoras, de dos sindicatos y de una inimaginable colección de obras de arte, muere en Xanadú, su fabuloso castillo de estilo oriental. La última palabra que pronuncia antes de expirar, ”Rosebud”, cuyo significado es un enigma, despierta una enorme curiosidad tanto en la prensa como entre la población. Así, un grupo de ... [+]
26 de junio de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Partiendo de la muerte del multimillonario magnate de la prensa Charles Foster Kane (Orson Welles) con su última y misteriosa palabra “Rosebud”, el meteórico recorrido de la carrera de un hombre postrado en la riqueza, la ambición, el poder y, especialmente, la manipulación se convierte no solo en una investigación alrededor del dueño de casi cuarenta periódicos y emisoras si no también en una vida de abundancia, gastos y pérdidas millonarias que, en su caso, significaban ganancias. Amo del modesto “New York Enquirer”, Kane y su equipo de hombres, empiezan a ganarse la confianza de los lectores norteamericanos con sus noticias, como la Guerra de Cuba, iniciadas basándose en las instigaciones marcadas en sus titulares. Pero su vida personal también queda retratada por sus caprichos, con su fastuosa mansión y tumba, Xanadú, en Florida… Su candidatura a gobernador, sus escándalos y su desfachatez, no impidieron que siguiera considerado uno de los hombres más ricos del mundo.

Tan solo que si retrocedíeramos en el tiempo hacia los años cincuenta, posteriores al estreno del film, podríamos comprender la repercusión y magnitud, a posteriori, que significó ésta gran “opera prima”; obra maestra indiscutible del Séptimo Arte que Welles montó, escribió (junto con Herman J. Mankiewicz) y dirigió Orson para la RKO para un público esperanzado de salir de la depresión enriquecida por una intervención bélica que se desarrollaba en Europa. Un clásico que envejeció bien con el reflejo enfriado puesto hacia la figura del todopoderoso William Randolph Hearst (que se cree que Welles se inspiró a emular su personaje en la ficción).

Así se daba conocer el grande los grandes “enfant terrible” de Hollywood. Tal vez el primero, con veinticinco años de edad y demostrando que podía dirigir como un veterano a quien la productora le ha ofrecido todas las chucherías para hacer realidad su sueño, después de haber colmado de pesadillas a muchos radioyentes con la radiodifusión de “La Guerra de los Mundos”. Además contó con un reparto idóneo que le acompaña (Everett Sloane, Joseph Cotten y Agnes Moorehead). Y el ingenio del actor y cineasta no se pararía ni en su incompleta e inmediata (tan solo la separa de un año) “El Cuarto Mandamiento” (The Magnificient Ambersons, 1942) otro retrato sobre la fortuna y sus irreversibles precipicios.
Natxo Borràs
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