Gatlin, un pueblecito tranquilo de Nebraska es la parada obligatoria para la pareja Vicky y Burt (Linda Hamilton y Peter Horton) que ignoran que un par de años atrás sucedieron unos terribles acontecimientos. Y es que el pueblo está habitado solamente por niños que adoran una extraña divinidad que gobierna los campos de maíz y donde realizan sus sacrificios. Todos ellos están liderados por el predicador Isaac (John Franklin) y su mano derecha, Malakai (Courtney Gains), brazo ejecutor de una extraña religión, en la que a los niños se les prohíbe jugar y se les deja vivir hasta los diecinueve años.

Stephen King escribió un relato corto (publicado por Plaza & Janés en una selección titulada “El Umbral de la Noche”) cuya idea, que no contenido, fue retomada en ésta película de Fritz Kiersch (que llevó a la fama a James Spader en la cinta juvenil “Tuff Turf”). Una voraz crítica a los fanatismos religiosos locales (imprescindible comprender la secuencia en la que la pareja protagonista sintoniza la radio en el coche emisoras sermoneadas por predicadores, como anexo a una previsible pesadilla de parada en medio de la nada, donde Cristo perdió la sandalia). Porque su bienvenida no va a ser muy agradable precisamente.

Quedará en la retina su prólogo impactante (como fría la mirada del infravalorado John Franklin y el pelirrojo Courtney Gains, casi confundible con las panochas de los extensos campos que rodean). A destacar la presencia de unos nos desconocidos Linda Hamilton (que por muy haberle gritado a los oídos del Terminator Scharwzenegger en su primer encuentro todavía no había alcanzado la fama necesaria) y Peter Horton (exmarido de Michelle Pfeiffer y conocido por la serie “Treinta y Tantos”).