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Voto de Natxo Borràs:
9
Terror Durante la noche de Halloween, Michael, un niño de seis años, asesina a su familia con un cuchillo de cocina. Es internado en un psiquiátrico del que huye quince años más tarde, precisamente la víspera de Halloween. El psicópata vuelve a su pueblo y comete una serie de asesinatos. Mientras, uno de los médicos del psiquiátrico le sigue la pista. (FILMAFFINITY)
31 de octubre de 2010
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Asalto a la Comisaría del Distrito 13” (Assault on Precinct 13 1976) sigue considerándose un thriller policíaco que más se ha aproximado a los géneros favoritos de su realizador, John Carpenter; el western (todo un homenaje al “Río Bravo” de Howard Hawks) y al terror (el angustioso asedio que sufren los protagonistas de “La Noche de los Muertos Vivientes” de George A. Romero). De las películas del oeste, Carpenter solo ha extraído detalles sin desmarcarse del fantástico, y tenemos los ejemplos altisonantes de “Vampiros” (1999) y “Fantasmas de Marte” (2001).

Pero es con el propio cine de terror en que Carpenter se mueve con libertad absoluta y con un sentido del humor que ha hecho escuela. No obstante su revolucionaria “La Noche de Halloween” presenta la malignidad en estado puro sin dar explicaciones claras dándole al espectador la posibilidad de ofrecer un juicio propio alrededor de tan perturbada personalidad, como nula, del psicópata Michael Myers (interpretado por el niño Will Sandin y el adulto Tony Moran). Michael escapa del sanatorio donde ha sido internado después de asesinar a su hermana diecisiete años antes después de que las advertencias del doctor Loomis (Donald Pleasence) hayan restado ignoradas. En Haddonfield, mientras tanto, los niños y las baby sitter, entre ellas Laurie (Jamie Lee Curtis) se preparan para tan mágica noche ignorando la desagradable sorpresa de la llegada de Michael, que profana la tumba de su hermana y regresa a su casa, abandonada en la oscuridad, y lugar embrujado según la palabrería local.

Y lo maligno reina en la cámara exploradora y ataviada por el rostro de la inexpresiva máscara del psicópata, aunque nada nuevo en esta técnica de seguimiento que ya empleó de otro modo Michael Powell en “El Fotógrafo del Pánico” (Peeping Tom, 1960). Pero Carpenter aprovecha a la perfección el empleo del visor como ojo humano para hacer partícipe al espectador y meterlo en miedo de estado puro a través de una deshumanizada alma, que treinta años más tarde otro director, Rob Zombie (La Casa de los 1000 Cadáveres) se encargaría de darle més personalidad.

A parte decir que “Halloween” se costeó en tres semanas de rodaje, convirtiéndose en el film de serie B más taquillero en su momento, generando una cadena de secuelas tan predecibles como mediocres, aguando la fiesta de éste pequeño clásico del horror donde reinan más el miedo y el suspense que las vísceras y la sangre de sus predecesoras entregas.
Natxo Borràs
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